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Maltrato
1999
Videoproyección: DVD (color, sonido)
Medidas: 16' Dimensiones variables
Referencia: ACF0763
Edición: 2/5
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Maltrato es una videoproyección que, como un trompe-l'œil , muestra un panel de flores, de grandes pétalos de colores, que poco a poco es destruido por unos disparos. Los disparos se suceden, en una cadencia insistente, hasta masacrar por completo todas las flores, que quedan finalmente destrozadas en el suelo. El espectador, por la fuerza del trompe-l'œil y por el tamaño de la imagen -que llega desde el suelo hasta el techo-, queda incluido, absorbido en medio de un tiroteo en el que no sabe hasta qué punto forma parte del pelotón de fusilamiento o de las flores acribilladas. Finalmente, la banda sonora de la videoproyección -el sonido de los disparos como un latigazo- contribuye a crear un sentimiento de repetición y cadencia que redobla la crueldad metafórica de la imagen. Precisamente la metáfora es el elemento que pone en juego Javier Peñafiel en esta obra. El muro de flores es una imagen que resume el concepto de belleza, y al mismo tiempo esa belleza puramente visual funciona como metáfora; como parte visible de todo aquello que atañe a nuestras aspiraciones personales; como símbolo de la confianza que depositamos en los proyectos estéticos, en la cultura; y como la protección que construimos sobre nuestro estar en el mundo. Y, sin embargo, esa belleza es sometida a un maltrato constante. La videoproyección Maltrato reclama lentitud frente a la velocidad de las imágenes, una cierta detención en el tiempo, y en su misma crueldad ofrece una imagen de belleza: los pétalos volando lentamente, empotrados contra el muro, el balín perfecto… La obra de Javier Peñafiel no es tremendista, no dramatiza. El panel de flores pone en marcha una metáfora directa que usa la misma trampa de la belleza en la que nos gusta creer: no muestra el mundo en el que nos gustaría vivir; ni realiza una crítica explícita de la realidad en la que vivimos; sino que enseña el mundo que ya habitamos, que cada día construimos y que de manera cínica nos gusta maltratar. Javier Peñafiel huye premeditadamente de la obviedad, de lo evidente y de la crítica explícita. En sus obras, bajo lo sutil se destila una fuerte carga sarcástica, cruel, violenta e irónica. Su aparente belleza poética oculta un lado perverso pero matizado, que ataca nuestro imaginario emocional. En su trabajo los aspectos que inciden en lo social, lo político o lo artístico no apuntan al gran discurso, sino que se conciben desde una centralidad del sujeto en su sentido afectivo e íntimo. Ahí radica la efectividad de su obra: el lugar donde se resumen la implicación y la militancia política de su juventud, así como su compromiso y su preocupación por la realidad y el mundo en el que vivimos, radica precisamente en su voluntad por dirigirse al individuo en esa especie de llamada de atención a la responsabilidad personal que es necesario ejercer cotidianamente.

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