Willie Doherty
Irlanda, 1959
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Willie Doherty (1959, Derry, Irlanda del Norte, Reino Unido) es un artista visual, nominado dos veces al premio Turner, que vive y trabaja en Derry. Su contexto natal ocupa un papel crucial en su obra, pues explora la lógica y la representación de problemáticas ligadas al conflicto norirlandés. La neutralización del conflicto en la prensa y la idealización del paisaje irlandés, la manipulación del miedo y la victimización de la sociedad (The Only Good One is a Dead One, 1993), la producción de la memoria y el olvido (Ghost Story, 2007), la vivencia de las tribulaciones del proceso de paz (At the End of the Day, 1994) o la construcción del imaginario del terrorismo a través de clichés y lugares comunes (Non-Specific Threat, 2004; Unfinished, 2010), forman la serie de problemáticas con las cuales lidia críticamente el trabajo de este artista, poniendo de relieve el carácter irreductible, poliédrico y no reconciliable del conflicto. Doherty sitúa su trabajo en los huecos de interpretación de los discursos que explora; las piezas son, en consecuencia, pretendidamente ambiguas e inconclusas, y hace partícipe al espectador de la incertidumbre y el malestar de vivir en un territorio dividido. Cuando tenía doce años, Doherty presencia el tiroteo de trece personas durante el Bloody Sunday (Domingo sangriento) de 1972, muertes que son negadas por los periódicos al día siguiente. La conciencia de la falta de fiabilidad de las imágenes y el discurso que la prensa producía sobre el conflicto es determinante para Doherty. Así, a su regreso a Derry en 1984, tras finalizar sus estudios en Belfast, siente la necesidad de recontextualizar y reimaginar el paisaje norirlandés, inscribiendo el lenguaje del conflicto en su representación. La técnica que escoge es la fotografía en blanco y negro, sobre las que imprime una o varias palabras que dislocan una lectura unívoca de la imagen. Sobre imágenes que retratan la construcción de fronteras internas en la ciudad, la polarización de las facciones políticas o las cicatrices de estas divisiones sobre el territorio, Doherty imprime palabras que indican las tensiones y ansiedades que habitan ese paisaje. Las estrategias tanto conceptuales como formales que Doherty desarrolla en esta primera etapa constituyen la espina dorsal de su obra. A partir de 1993, incorpora la imagen en movimiento –en forma de películas, instalaciones fílmicas y de diapositivas– a su práctica, permitiéndole recrear escenas y narrativas más complejas. Su producción audiovisual se caracteriza por una estética próxima al cine negro y una narrativa desconcertante, que resultan del uso de múltiples pantallas y una voz en off desincronizada de la imagen. The Only Good One is a Dead One, exposición que le valió la primera nominación al premio Turner, es una instalación que invita a la confusión interpretativa. Sobre dos pantallas que muestran un coche en una carretera nocturna y las vistas desde el interior del coche, se oye la voz en off de un hombre que alterna entre el miedo de ser víctima y la fantasía de ser asesino. La presentación formal de la pieza –dos pantallas que hacen esquina– hace eco de la dicotomía del contenido, negando al espectador la visión total de la escena. El lenguaje de las obras es siempre ambiguo y trasciende toda coordenada política específica, lo que hace que, en definitiva, el trabajo de Doherty apele a un espacio común de negociación de la identidad, la memoria o la producción de la verdad.
Julia Morandeira