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Cigurí verde, 1993
1993
Técnica mixta sobre tela
Medidas: 200 x 169,5 cm
Referencia: ACF0059
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Esta pintura fue expuesta en 1994 en la galería habitual del pintor, Soledad Lorenzo, junto a otras de una misma serie que tenían títulos como El lugar del ombligo, Escenas de montañas, Herradura reposada o Polvo, cuchillos. Se trataba de su primera muestra individual tras haber entrado en contacto con Schnabel y haber tenido gran éxito en la muestra colectiva de alumnos «Propuesta 92», celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Esta obra bien puede servir para delimitar y, a la vez, aminorar la influencia del artista norteamericano en la obra primeriza del español, influencia que podríamos describir, más que como una dependencia formal, como una coincidencia de actitudes ante el hecho mismo de pintar, y cierta «ficción literaria» sobre la vida del pintor moderno que ambos comparten. Sirva como ejemplo el hecho de que los estudios de Galindo han estado ubicados en un almacén de plátanos reciclado en taller, y ocupan actualmente las antiguas bodegas de la que fuera la casa en Boróx (Toledo) de un torero mítico, Domingo Ortega. Es un rasgo distintivo de la obra de Galindo la acumulación de pintura mediante brochazos, arrojamientos, goteos (siempre más gruesos que el dripping pollockiano). También lo son la densidad del color, ácimo en muchos casos, rutilante en otros, pero que en cualquier caso elude siempre las transparencias lumínicas; y el ensamblaje de materiales de procedencia dudosa, ausente en esta obra en concreto, pero que, ajustándose a los términos de «lo pobre», o lo que remite a existencias precarias, caracteriza muchas de sus obras. Asimismo, la sexualidad impregna la sensualidad de su hacer. Al igual que la provocativa intención de sus títulos, entre irónica y sarcástica, con un fondo sentimental ineludible, se trata de características singulares que definen a un pintor poseedor de una poética propia, que Kevin Power ha calificado de «poética del exceso». En el mismo texto de Power, que sirvió de presentación a la muestra referida, el crítico describía Cigurí verde como una pintura «que nos deja entrever los espesos bosques con que soñaban los exploradores, incluso cuando estaban en medio de la niebla».

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