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Continuador de los grandes maestros de la primera vanguardia, entre ellos Picasso, Miró y Dalí, Antoni Tàpies (Barcelona, 1923-2012) ocupa uno de los lugares más destacados del arte español de la segunda mitad del siglo XX. Su vocación comienza a desarrollarse pronto, con diecinueve años, cuando una enfermedad pulmonar le obliga a pasar largas temporadas convaleciente en varios sanatorios, donde empieza a dibujar y a interesarse por la estética romántica alemana. A finales de los años cuarenta cofunda el grupo Dau al Set y la revista del mismo nombre. Las obras de ese momento presentan una clara influencia de Miró y Klee, a la que Tàpies añade temas e iconografías de carácter mágico. En 1950 viaja a París y conoce la pintura de artistas que serán muy importantes en su trayectoria, como Dubuffet, Fautrier, Michaux o Mathieu. A mediados de los cincuenta realiza sus primeras pinturas matéricas y, con ellas, alcanza un notable reconocimiento internacional. A partir de la década de los sesenta incorpora distintos elementos iconográficos (escrituras, pisadas, dibujos antropomórficos y signos que aluden a la realidad de Cataluña). Experimenta también con materiales y texturas muy diversos y con objetos cotidianos. Durante los setenta agudiza su compromiso político y desarrolla una importante producción cartelística y de libros de artista. En 1979 publica Memoria personal y, tres años más tarde, La realidad como arte, donde reúne sus artículos en prensa, algunos de ellos muy polémicos. La de los ochenta es una década marcada por la realización de obras de gran formato, en las que despliega todo su imaginario simbólico. En 1990 se inaugura en Barcelona la fundación que lleva su nombre. A lo largo de las décadas siguientes tienen lugar importantes exposiciones retrospectivas que revisan la evolución del artista y sus investigaciones con técnicas y motivos iconográficos diversos. En sus últimos años, Tàpies vive una efervescencia creativa muy singular, publica libros tan importantes como El arte y sus lugares y lleva a cabo piezas de gran radicalidad y desnudez.
Valentín Roma