Nos encontramos ante una especie de espacio doblado en diagonal, que conforma una imagen dinámica y tensa a la vez. El lazo en la parte inferior derecha ata ese espacio, sugiriendo también otra atadura posterior, lo que da origen al título de la obra y lo explica. El nudo no es sino emblema del equilibrio entre el espacio morado y la sucesión de franjas grises. Se trata de espacios aéreos o líquidos que así quedan fijados, a pesar de su naturaleza abierta y flotante. El juego de paradojas y contrastes se subraya con la mancha amarilla inferior, que, siendo la más espontánea y líquida, es a la vez la que tiene un grosor matérico más acentuado. El cuadro tiene una apariencia improvisada, pero en él nada es arbitrario. Exterior/interior, fondo/luz, mancha/composición se hallan en perfecto equilibrio.