Runa Islam
Índia, 1970
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En década de los noventa del siglo pasado, una importante generación de artistas visuales comenzó a apropiarse de las técnicas del cine y de sus posibilidades plásticas para generar obras que, si bien rompían la estructura narrativa del cine tradicional, utilizaban sus capacidades de montaje y manipulación de imágenes. Esta tendencia, cuyos orígenes podrían rastrearse en las vanguardias históricas y que aparece ya con fuerza en las transformaciones del arte de los años sesenta, ha llegado incluso a crear el término «cine de exposición». Desde premisas diversas, cine y artes plásticas convergen y transforman radicalmente las condiciones de enunciación de la imagen, lo que ha provocado la proliferación de cajas negras en los museos frente a los cubos blancos propios del arte moderno. El trabajo de Runa Islam se inscribe en estas coordenadas. Su obra examina las propiedades materiales y técnicas del cine que intervienen en nuestra apreciación de la realidad, permeada a su vez por la memoria colectiva de imágenes y formas fílmicas. Tomando como referente el cine experimental europeo y americano y las enseñanzas de autores como Jean-Luc Godard, Claude Chabrol o Robert Bresson, la artista trabaja las imágenes manipulando los elementos que la componen –la luz, el color, el tiempo y la gestualidad– e incidiendo en el elemento formal del cine, es decir, en su cualidad física. No solo las imágenes, sino la propia disposición de sus obras, con los dispositivos de proyección siempre visibles, inciden en la materialidad del cine. Mediante procesos disruptivos como la fragmentación de la imagen, la sobreexposición o los cambios bruscos de color o los fundidos en negro, Runa Islam destruye la ilusión fílmica, la pulsión que nos lleva al reconocimiento en la pantalla. El trabajo con el cine le permite además trabajar en tiempos diacrónicos que provocan extrañeza, perspectivas diferentes en una misma pantalla o posiciones encontradas respecto a lo real: dos ciudades diferentes, dos personas realizando la misma acción, una representación teatral desde dos puntos de vista, la maqueta de un edificio con sus sueños de progreso enfrentada al edificio real con su realidad marcada por la ruina, etc. En las obras de Runa Islam se opera una distancia, una incomodidad que interpela al espectador, enfrentado a un tiempo no lineal, a varios niveles de ficción y muy a menudo a imágenes anacrónicas pero recurrentes o en el límite de su visibilidad. Es el caso de Assault, una videoinstalación de cinco minutos de duración en la que un potente foco de luz que cambia de color ilumina violentamente un rostro, un sujeto que intenta zafarse de esa luz cada vez más intensa y agresiva a medida que avanza la película. La cualidad vampírica de la fotografía y el cine, su inmenso poder de atracción, es otra cuestión que la artista ha explorado en sus trabajos. Para Runa Islam, «el cine es una forma de arte. Se basa en la imagen, condensa o alarga el tiempo y es un mecanismo que proporciona un marco a una idea o un concepto. Tiene, además, capacidad de transformación».
Núria Enguita