Joan Rom
España, 1954
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Iniciado como pintor, la obra de este artista pronto evolucionó hacia lo escultórico y así, en 1986, presentó sus primeras obras realizadas en caucho que marcaron significativamente la evolución de su trayectoria artística. A mediados de la década de los ochenta, artistas como Rom, que habían recibido una formación como pintores, vieron que «entre la pintura y la escultura quedaba un territorio que les proporcionaba cierta libertad para moverse fuera de las imposiciones académicas» y que, en consecuencia, con sus conocimientos pictóricos podían tratar de fecundar la escultura. Tal posición coincidía con otros muchos artistas de su misma generación que, durante la década de los ochenta, consiguieron que la escultura española diera un vuelco significativo, con nombres como Juan Muñoz, Jordi Colomer, Txomin Badiola, Juan Luis Moraza y Pepe Espaliú, entre otros muchos.
Como el mismo artista comentaba ya en sus inicios, no se consideraba escultor, sino un artista que dibujaba con restos encontrados en sus largos paseos, recogiendo detritus, básicamente caucho, pero también plástico, piedras, huesos, cristales, etc. Materiales, todos ellos, que iba localizando en vertederos y solares de las afueras de la ciudad de Reus, a la que se trasladó a vivir, y que le servían para construir metáforas empleando, por ejemplo, la ambigüedad de un material como el caucho, que según él está a medio camino entre lo natural y lo industrial. Pero también utilizó otros materiales como la lana para recubrir sus volúmenes amorfos pero con claras alusiones a partes del cuerpo humano, o bien la piel, procedente en parte de prendas de vestir, que también aludirían subliminalmente a una cierta corporeidad.
Sus dibujos escultóricos en caucho, en su mayoría adosados al muro, responderían en parte a las propuestas impulsadas por escultores adscritos a los movimientos arte povera y anti-form, como los norteamericanos Robert Morris, Richard Serra y Eva Hesse, o los italianos Giovanni Anselmo y Mario Merz. En cambio, sus piezas escultóricas, en las que combina materiales como el latón, caucho, cobre, aluminio, piel, etc., son una «serie de exvotos puestos sobre sus respectivas mesas de cobre. Objetos aislados, grupos de objetos que parecen necesitarse unos a otros, simétricos o asimétricos, pertenecen al mundo de la oración, de la superstición o de las estructuras primitivas de creencias. (…) Cuando junta las mesas de estos exvotos, Rom juega, una vez más, con tensiones en contrapunto, como si, al reflexionar sobre los extremos de su propia mente, le fuese posible descubrir una poesía en constante metamorfosis». En 1989 el crítico Kevin Power describió con estas palabras esta serie escultórica, que el artista describió como «bandejas», con motivo de su presentación en Madrid.
En 1997, justo en el momento en que empezaba a consolidar una brillante trayectoria artística, Joan Rom escribió: «Creo que pintar un cuadro o hacer una escultura es más que pintar un cuadro o hacer una escultura, es importante si tienes un motivo para hacerlo, pero también puede ser la cosa más banal de mundo»; quizás por ello en 1998 decidió dedicarse a la enseñanza y abandonar totalmente la práctica artística. Dicha decisión coincidió con su exposición «Cures i berrugues» en la Galeria Estrany • De la Mota de Barcelona, muestra que al año siguiente mereció una mención en el premio Arts Visuals Ciutat de Barcelona.
Glòria Picazo