Sigmar Polke
Alemania, 1941
Alemania, 2010
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En un cuadro pintado en 1969 –es decir, hace cuarenta y cinco años, durante los cuales y hasta su llorado fallecimiento en el 2010 mantuvo una actividad pictórica frenética–, Sigmar Polke vaticinaba que serían XVII los tomos que recogerían sus Polkes gesammelte Werke. Hoy podemos afirmar que serán necesarios bastantes más volúmenes si queremos incluir en ellos también la irradiación y el influjo que su obra ha ejercido en los artistas occidentales activos durante las cuatro últimas décadas. Como afirma Klaus Honnef, «Polke es una de las auténticas figuras clave del arte contemporáneo». A la temprana edad de doce años, Polke abandonó Alemania Oriental con su familia para irse a vivir a la República Federal de Alemania, lo que supuso una mudanza determinante en su universo visual. «Me parece que desde ese momento –infiere Kevin Power– Polke es consciente de que la realidad es una ficción, de que es algo “inventado”. Polke tiene dos “películas” en su mente y no da crédito a ninguna. Las imágenes mienten, y algunas con consistencia.» Estudió primero la técnica de la pintura sobre cristal e, inmediatamente después, Bellas Artes en Düsseldorf, en cuya Kunstakademie trabó contacto con Joseph Beuys, una presencia determinante en su concepción artística. Realizó su primera exposición en 1966 junto a Gerhard Richter, con quien compartiría política y estética durante muchos años. Su trabajo se ha caracterizado por una dedicación casi exclusiva a la pintura, aunque no ha rehuido la escultura y lleva siempre consigo una cámara fotográfica, si bien no expone casi nunca sus fotos. En su pintura, la amalgama de imágenes y técnicas –es un auténtico maestro que ha investigado hasta la extenuación las áreas más diversas e incluso peligrosas, como su utilización de venenos como pigmentos o componentes del cuadro– persigue ejercer un efecto provocador en las conciencias frente al orbe visual contemporáneo, y a la vez impulsar a una relectura crítica, irónica y sarcástica de los ideales del pasado o de los discursos del arte contemporáneo. German Forest (1982-1984) es una pintura perteneciente a la segunda etapa de las tres fundamentales en su trayectoria, ocurrida entre principios y mediados de la década de los ochenta, cuando reduce su compromiso ideológico y se centra más en la imagen pintada, a la vez que se sirve, por primera vez, de las telas estampadas con pantallas en las que depositar la pintura. Mephisto (1988), con sus significativas huellas de pisadas en la base del lienzo, y el impresionante Triptyque, del año siguiente, son magníficas piezas significativas de sus exploraciones en la alquimia de los materiales pictóricos, esta última con un despliegue maestro del uso de las lacas.
Mariano Navarro