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Desterrado: la túnica del huérfano
Título original: Unland: The Orphan's Tunic
1997
Madera, tela y pelo
Medidas: 90 x 245 x 80 cm
Referencia: ACF0692
El trabajo de Doris Salcedo es una exploración de la dinámica de la violencia cotidiana en nuestra sociedad contemporánea. Después de varios años de trabajo solitario en su estudio, en 1990 Salcedo viajó a los paisajes agrarios del centro de Colombia. Allí contactó personalmente con las víctimas de la violencia de su país. Los trabajos que realizó a partir de aquel viaje son testimonios vivos de lo olvidado. Después de su serie «La casa viuda», realizada entre 1992 y 1995, donde la artista sacó a la luz la horrible experiencia de los escuadrones de la muerte y sus matanzas nocturnas, se interesó en saber cómo los niños han hecho frente a una tragedia de este tipo. Para ello acudió a conversar con un grupo de huérfanos de un pueblo cerca de la frontera de Panamanian, donde la situación había sido particularmente angustiosa. Unland: the Orphan's Tunic está basada en las entrevistas que sostuvo la artista con una niña de seis años que había presenciado el asesinato de sus padres. La niña era incapaz de verbalizar lo que había ocurrido, había bloqueado su memoria, pero en un acto de resistencia inconsciente vestía el mismo traje blanco que su madre le había confeccionado.
Unland: the Orphan's Tunic consta de dos secciones de mesas de proporciones diferentes encajadas de tal forma que la más estrecha se solapa en la más ancha. Esta última mesa está totalmente forrada con una gasa blanca de seda hilvanada con cabellos humanos. El tejido de seda con pelos se prolonga parcialmente en la mesa más estrecha, y acaba en un remate dónde los cabellos están directamente hilvanados en la madera. A diferencia de sus obras anteriores, donde los objetos eran metáforas de lo que ocultaban (una vida, una pérdida), Unland: the Orphan's Tunic presenta una superficie porosa como la de la propia piel, un ente vivo que en su desnuda exposición relata a la vez que oculta su tragedia. Es una metáfora de la niña sin palabras del vestido blanco. Las mesas solapadas son su presente roto, a caballo entre su trauma y su supervivencia; la zona intermedia, sembrada de agujeros y cabellos, muestra la pérdida física, a la vez que conlleva su recuperación. Doris Salcedo habla de lucha, de coraje y de oposición tanto al acto mismo del asesinato como a la eliminación de la memoria. La obra se convierte en un signo de resistencia frente a la desesperación. Finalmente, el «sin tierra» al que alude el título dirige la carga conceptual de la pieza desde lo particular hacia lo general, de la historia individual al drama colectivo. La niña habita en una tierra olvidada, por tanto negada y, en cierto sentido, inexistente, es decir: su tierra es una «no-tierra», un no-lugar. Ahí aparece el sentido político de la obra: Salcedo reivindica el espacio negado como terreno común de resistencia y de denuncia. Para la artista, «el aspecto político de este tipo de construcción se vuelve evidente, más aún si pensamos en el exilio, en la imposibilidad de habitar un espacio, que es uno de los aspectos determinantes de nuestro siglo».