Gabriel pertenece a una serie de cuadros formalmente similares, como el posterior Michael (1998), que reciben nombres de arcángeles. Éstos se relacionan, a su vez, con una vasta y diversa familia de obras iniciada en 1988 por White Window o la serie «Why and what», que ha tenido continuación, en época más reciente, con las pinturas tituladas Wall of Light (1998-99). Se trata de obras cuya compleja composición, a base de pequeñas unidades bicolores de franjas horizontales y verticales, sugiere muros de ladrillos o mosaicos. En el caso concreto de Gabriel, nos encontramos con dos paneles verticales sobre los que se han pintado seis unidades de franjas de colores blancas y grises. El panel de la derecha incluye además, en su interior, un rectángulo vertical alargado, a modo de ventana, que sugiere una escalera de franjas horizontales naranjas y azules.
Si bien es fácil describir estas pinturas en sus aspectos formales, se hace evidente inmediatamente, sin embargo, que su sentido escapa a la mera descripción. Todas sus características subrayan una clara voluntad metafórica. En efecto, tanto la composición como la pincelada, el color o su mismo título confirman que su intención es la superación del formalismo propio del arte minimalista. Como es habitual entre los artistas posmodernos, el estilo no es para Sean Scully un fin en sí mismo, sino el instrumento que le permite hablar de lo que quiere.
El título del cuadro, el nombre de una persona pero también el de un ángel, sugiere la voluntad de plantear una dimensión espiritual. Sus colores, además, son transparentes y ambiguos, y sus contornos borrosos, provocando una sensación de vibración o movimiento que facilita una actitud contemplativa por parte del espectador. La composición, por otro lado, elude la simetría, conformando un equilibrio más frágil, menos teórico. De hecho, algunos cuadros de Scully resultan de la unión aleatoria de paneles previamente pintados. Por último, la aplicación de la pincelada es expresiva o emotiva. Todas estas características desvelan una voluntad de devolver emoción y profundidad a una forma de arte que sigue siendo, formalmente, muy rigurosa.