En la década de los años ochenta, la escena artística portuguesa comenzó a atraer la atención internacional, mostrando un panorama de extraordinaria vitalidad que iba más allá de las personalidades que inicialmente se habían formado en el ambiente de intereses y preocupaciones de carácter conceptual propio de los años setenta. La década de los ochenta consolidó formalmente figuras de ese entorno como Julião Sarmento o Leonel Moura, pero el tono de renovación fue subrayado por la emergencia de una generación de artistas jóvenes que trabajaban desde un posicionamiento preciso respecto de las corrientes internacionales, y establecían en su obra un riguroso control del estilo y de los medios técnicos que empleaban.
En este contexto, y en el campo escultórico, José Pedro Croft destaca como artista extremadamente sutil y poético, interesado en las tensiones que generan lo lleno y lo vacío, una metáfora para hablar del cuerpo (volumen) y de la ausencia (tiempo) en términos de fragilidad y de inestabilidad, desde una perspectiva que busca los intersticios de silencio e inmovilidad considerándolos momentos clave de lo escultórico: el «antes» del movimiento, y de ahí la inestabilidad equilibrada que atraviesa toda su obra.
Los intereses y las preocupaciones de este artista se han mantenido a lo largo de las dos últimas décadas, pero las soluciones que Croft ha ideado durante este período han ido concretando diversas etapas, en cada una de las cuales se han integrado los resultados de las precedentes.
La obra Sin título, realizada en 1997, pertenece a una época en la que lo escultórico aparece depurado hasta el límite de la austeridad y la simplicidad, a fin de generar un espacio de vacío propicio a una reflexión que aborde el sentido y la función de la propia escultura. Se trata de una etapa de gran madurez, en la que Croft crea figuras compuestas, muy intensamente escultóricas, donde se integran diversas piezas de mobiliario que son propuestas como volúmenes escultóricos, excluyendo así su condición de objetos, sean éstos encontrados o no. El espacio que estas obras generan tiende a problematizar las relaciones espaciales y figurativas del volumen: su obra introduce numerosos elementos de perturbación y de distorsión en los debates en torno a la escultura posminimalista, proponiendo un nuevo espacio de relación entre el cuerpo y los objetos como estadios plenos de lo escultórico. En este sentido, hay que subrayar cierto paralelismo entre su obra y la de Susana Solano, si bien Croft ha encontrado, sin embargo, soluciones formales y estilísticas divergentes. (Esta relación se puso de relieve en la exposición «José Pedro Croft. Susana Solano. A Céu Aberto», presentada en 1997 en la Fundação de Serralves de Oporto, Portugal.) Pueden apreciarse también, aunque de otra manera, similitudes con la escultora británica Rachel Whiteread.
En esta pieza, la construcción se reduce a sus mínimos expresivos: dos volúmenes cilíndricos de yeso descansan sobre una silla de madera. Escultura y peana o base como objeto o mueble se funden en un solo cuerpo, que es a su vez metáfora de un cuerpo ausente.