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Lab-1
1995
Plástico y materiales diversos
Medidas: 244 x 244 x 183 cm
Referencia: ACF0634
Con el traslado de Pedro Mora a la ciudad de Nueva York en 1991 -donde reside desde entonces- el proceso creativo del artista se deslizó hacia una nueva comprensión de los materiales y de los conceptos de interpretación que de ellos se derivan. Por otro lado, del encuentro con la ciudad norteamericana ha surgido un cuerpo de obra que denota un gran interés en revelar los límites entre el espacio público y el espacio privado, en contraposición a la percepción europea de tales conceptos. La pieza Lab-1 es, en este sentido, una obra paradigmática del nuevo camino emprendido por Mora.
Para empezar, Lab-1 nace, en realidad, en el marco de una serie de trabajos surgidos tras el paso del artista por un laboratorio americano, dentro de su habitual interés por entrecruzar los territorios artístico y científico. La obra consiste en un cubículo completamente cerrado de material plástico blanco, con pequeños visores que permiten ver su interior. Dentro del cubículo -cuyas paredes están forradas de gomaespuma a modo de celdas de abeja- hay algunos elementos: una chaqueta de neopreno, como las de los submarinistas; un pantalón de esquí; discos de grasa; un plástico rojo, y varias cintas estampadas. Todo ello es iluminado por una luz fluorescente.
Mora se muestra especialmente inclinado a reflexionar sobre la idea de privacidad y su percepción desde la óptica pública en el contexto de una sociedad como la anglosajona, cuya lectura de lo privado y lo íntimo es muy diferente de la europea. Jugando con la idea del voyeurismo, a este trabajo Mora traslada una interpretación del carácter infranqueable de una cultura que está sometida a las leyes morales de lo privado, a la vez que modela discursos igualmente moralistas sobre la fuerza y la transparencia de lo público. Lab-1, paralelamente, habla del concepto de «habitáculo» propio de una megaciudad contemporánea: espacios pequeños, alquilados, asépticos y autónomos, casi de supervivencia, cuyas paredes se convierten en una segunda piel (el traje de neopreno o el tatami del suelo). En esta obra, Mora cuestiona la voluntad social de sellar los espacios de privacidad, aislándolos del mundo público circundante (los discos de grasa que se colocan en las junturas de las bocas a presión en la calle), así como la obsesión por separar cada realidad de las realidades adyacentes, a fin de preservarla de cualquier contaminación.
Al mismo tiempo, Mora inicia un proceso de búsqueda de nuevos materiales a lo largo y ancho de la ciudad. En contraste con Europa, donde, según sus propias palabras, el artista tiende más a cerrarse en su propio proceso, Mora adopta el papel de buscador azaroso de las cosas, bajo la influencia de lo «reutilizable» ejercida por una sociedad hiperconsumista como la americana: materiales mutantes, materiales engañosos o procedentes de la tecnología puntera que acaban siendo simplemente objetos típicos de ambientes como los grandes almacenes (malls) de compra y entretenimiento.