El deseo de Clemente de recoger en su obra la tradición clásica o, en otras palabras, hacer una pintura contemporánea en clave de pasado, tiene que ver con un anhelo más intenso: desarrollar una imagen cuya lectura sea universal. No se trataría tanto de una opción de transvanguardia, o transhistórica, que pretenda solucionar la distancia entre pasado y presente, sino más bien de una opción que recorre distintas tradiciones. Su interés por la cultura oriental, con la que ha mantenido fuertes lazos desde su juventud, no es simplemente una anécdota o un lugar desde el que recoger una serie de temas, sino que implica el deseo de realizar imágenes que surjan de la síntesis de ambas culturas, la oriental y la occidental, de tal forma que su entendimiento sea universal. Francesco Clemente ha intentado obtener esas imágenes de comprensión universal a través de lo que él mismo denomina «ideogramas desconocidos» o «ideogramas vestidos». War es un tríptico de apariencia abstracta, con grandes planos de color sobre los que aparecen elementos simplificados que pueden remitir a algún tipo de figuración. Como sucede en Miele, Argento, Sangue, la apariencia abstracta es constantemente sometida a tensión, tanto por una serie de elementos simbólicos como por el carácter revelador del título. Si, como dicho título indica, el cuadro remite a la guerra, Clemente no intenta representar una guerra concreta o explicar una batalla. En War no hay narración; se trata de una imagen no narrativa que pretende que el espectador reconstruya intelectualmente la idea de la guerra. La imagen remite a la idea del desfile a través de una serie de elementos icónicos organizados siguiendo una bandera, así como a la idea de la destrucción mediante el uso del color rojo. Francesco Clemente busca que el sentido de la obra no se imponga, sino que aparezca en la imagen de manera alusiva. Ese carácter no narrativo y alusivo, que convierte el cuadro en un signo de valor universal, es lo que define la imagen como ideograma: entonces War es un ideograma que remite a la idea universal de la guerra, de los ejércitos, de los desfiles, del totalitarismo y de la destrucción. El desafío de Clemente radica en elaborar imágenes pictóricas que reproduzcan una especie de idioma prelingüístico de valor universal. Si el camino para ello consiste en explotar el potencial alusivo de la imagen, lo que hace Clemente es ceder el protagonismo a la imaginación, a la capacidad reconstructora e interpretativa de la imagen en el espectador. Evidentemente, ahí se descubre la relación de Clemente con el surrealismo, pero un surrealismo reinterpretado, puesto que niega toda posibilidad de narrativa. Y, sobre todo, se delata su influencia oriental: en la medida en que Clemente trabaja sobre imágenes alusivas de conceptos universales, se pone de manifiesto el carácter espiritual o esencialista que para él tiene el arte.

David G. Torres