A partir de la segunda mitad de los años ochenta, Susana Solano sintetizó al máximo su lenguaje conservando solo lo que es primordial. Los formatos de sus piezas fueron adquiriendo progresivamente un carácter monumental y se puso de manifiesto cierta ironía, que subrayan los títulos de las piezas. Falset y Montblanc, por ejemplo, dos pueblos de su infancia, están presentes en los títulos, en un juego complejo de analogías; en otras ocasiones los títulos tienden a provocar paradojas perversas con la obra que se observa. Fa el Set, siete piezas que Susana Solano mostró en la Bienal de Venecia de 1988, es un fragmento solidificado de su vida, una pieza que nos delimita un espacio humano construido por la memoria que lo intemporaliza. Susana Solano convierte el recuerdo en formas abstractas. Cada obra es un territorio que antes no existía, una arquitectura de volúmenes y espacios que nace de la experiencia, de su mundo íntimo y personal de sensaciones. La artista había trabajado anteriormente con el mobiliario cotidiano de su entorno y con el cuerpo humano y el vestuario del cuerpo. En esta obra construye, desde el paisaje, una nueva barrera de protección. El hábitat de sus propias raíces dosifica el recuerdo jugando dialécticamente con el espacio, que se convierte en horizonte abierto, más allá de sus límites. Éste, condensado con marcada verticalidad, utiliza el granito en piezas de materiales fríos como el hierro, el plomo o el acero.