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Mefisto
Título original: Mephisto
1988
Técnica mixta sobre tela
Medidas: 225 x 305,5 cm
Referencia: ACF0430
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Al finales de la década de los ochenta, Polke comenzó a interesarse cada vez más por los incidentes derivados del azar, por la libertad química de los materiales que, dada su disimilitud extrema y lo variado de sus raíces –resinas sintéticas, pigmentos minerales, lacas, telurio, etc.– producen reacciones intestinas y efectos exteriores inesperados que generan imágenes ambiguas, veladas, casi secretas, a las que tanto el propio artista como el espectador han de sobreponer un último sentido narrativo o literario derivado de su materialidad misma. En 1986, por ejemplo, su contribución al pabellón alemán de la Bienal de Venecia, la pieza titulada Athanor, reaccionaba a la humedad cambiando no solo de color –de un azul diluido a un violeta rosado–, sino también revelando o encubriendo las figuras que la componían. «Para mí lo importante es el proceso químico del cuadro –escribió el pintor–, la alquimia del color. Hay peces, como la acedía, que adaptan su color al entorno como si fuesen camaleones. Pero nosotros no podemos hacer eso, tenemos que servirnos de la alquimia del color, como por ejemplo el efecto de los rayos de radio en una transparencia o el de un resplandor en el cuadro que, en la primera impresión, no somos capaces de localizar, pero que, sin embargo, nos envían una imagen a la retina que despierta en nosotros la añoranza de lo desconocido. » La lista de sus experimentos es inacabable e incluye, además, otros ensayos visuales con fotocopias, material reproducible, etc. Y utilizó también venenos; según una afirmación suya que, en cierto modo, le retrata: «El veneno produce un efecto muy definido. El arte no produce ninguno». En Mephisto, cuya imagen más reconocible es la de huellas de pisadas en la parte baja de la tela, además del uso de las técnicas mixtas sobresale otro rasgo que ha sido una de las rutinas significativas del artista: la retícula, aquí irónicamente reducida a un sistema globular que parece desaparecer bajo el ígneo incendio albino de la parte central derecha del cuadro. No en vano alguien ha titulado su retrato de Polke como «la belleza del diablo», y, como acertadamente afirma Kevin Power, «hay todo un Averno rondando la imaginación de Polke que su obra consigue transmitirnos, a pesar de que nunca sea posible materializarlo ni darle forma por completo». Los tres grandes paneles que componen Triptyque, con sus mezclas aleatorias de pinturas y laca, me recuerdan otras obras muy semejantes a esta pero anteriores en el tiempo, como The Instructor y Das war schon immer so, de 1982. Sin embargo, esta obra fue pintada al mismo tiempo que una de sus series más políticas, la que dedicó a la Revolución francesa.

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