Toda la obra pintada por Förg se inscribe en el ámbito de la pintura abstracta, y su actitud ha sido no pocas veces comparada con la de Mark Rothko, Barnett Newman, Robert Ryman y Blinky Palermo, eludiendo, eso sí, los aspectos místicos y heroicos que caracterizan la obra de los tres primeros. Una característica determinante en la concepción del trabajo de este artista es la rapidez de ejecución. De ahí su desarrollo en series con mínimas variantes y, también, la ligereza de la pincelada.
El resultado final de su obra pictórica ha sido calificado por Rudi Fuchs, crítico, historiador y director de Stedelijk Museum de Amsterdam, como sigue: «El espectáculo que Förg ofrece tiene por qué maravillarnos: es la danza de una mariposa de frágiles y abigarradas alas que sobrevuela la digna tradición del arte abstracto, lo que añade a la belleza de esta tradición un componente de gracia».
Después de un quinquenio alejado de la pintura, a partir de 1986 Förg volvió a pintar sobre distintos soportes: plomo -tal cual las obras de 1987 y 1990 de la Colección de la Fundació " la Caixa "-, aluminio, madera, tela o cobre, como había hecho en los inicios de su carrera artística. Explotaba ahora más, eso sí, las reacciones propias de los materiales: densidad, brillo, oxidación, rugosidad, etc.
Estas piezas se componen de dos partes, pintadas al óleo de forma uniforme y monocroma, con pinceladas casi invisibles, unas veces, como en Sin título (nº 100/87); otras, el artista deja el plomo mismo al aire. Para Bruno Corà, comisario de su retrospectiva en el Castello di Rivoli, «se equilibran como un trozo de paisaje horizontal en el que cielo y mar se tocan».
La rapidez, anteriormente mencionada como una de las características inconfundibles del trabajo de Förg, resulta especialmente relevante en su obra escultórica. La impronta de los dedos en su recorrido por el lecho de escayola, o un rápido surco, más que un trazo, hendido por el pincel en la pasta en la que habrá de fundirse el bronce, son los mínimos incidentes y accidentes que conforman la superficie de la escultura. Son como un viaje de ida y vuelta desde la estampa gráfica al volumen, para retornar de este a la plancha metálica o a la piedra litográfica (y si recordamos que cada vez es más raro trabajar la lito sobre piedra, y más común hacerlo sobre metal, veremos que hay incluso un punto de unión material entre una actividad y otra).
Igualmente atestigua esa indiferencia de Förg ante los distintos medios de expresión el hecho de que sus relieves en bronce, sus esculturas, no siempre sean exentas, sino que cuelguen, como si fuesen cuadros, de la pared.