A partir de 1985, José María Sicilia trabaja en una serie integrada por una gran cantidad de estudios sobre un mismo elemento iconográfico, las flores, que se concretan en manifestaciones pictóricas referidas a la forma, caracterizadas por un proceso gradual de simplificación, un orden constructivo cada vez más tangible en la composición y unas superficies de marcada expresividad matérica. Hay, entre las obras que integran este conjunto, evoluciones internas significativas -que generan diferentes soluciones formales y compositivas y alteraciones técnicas- herederas de dos concepciones contradictorias de la pintura no figurativa: por un lado, el arte constructivista y geométrico de Casímir Malévich y Piet Mondrian; por otro, el expresionismo abstracto de las obras de Willem de Kooning. En Tulipa 00, de 1985, el trazo gestual de las pinceladas adquiere la forma de una flor, próxima a soluciones figurativistas de representación. Se trata de un tulipán, nítidamente definido en la superficie de la tela, que establece un juego de fuertes tensiones espaciales con el fondo de la composición. Éste se expresa mediante una riqueza extrema de texturas matéricas y un cromatismo violento, los cuales configuran una malla compacta y vibrante de amplias pinceladas perpendiculares. El tallo del tulipán se perfila como el elemento estructural de la composición. Se trata de una línea -que, como valor abstracto, ya se insinúa en las series anteriores- resultado de una acción gestual que cuestiona la relación entre superficie y profundidad. Fondo y figura conviven en un mismo plano y se baten en un espacio de límites y tensiones.