Sicilia abandona progresivamente el lenguaje figurativo neoexpresionista para situarse dentro de una trayectoria abstracta. Su obra tiende, cada vez más, a una interiorización, a un proceso de introspección que transforma tanto su visión del espacio pictórico como la presencia y la función de las referencias exteriores; crea un nuevo sistema de referentes. Flor 9 es una obra fragmentada, integrada por cuatro unidades autónomas que forman un conjunto en el cual el fondo se estructura y se organiza desde las partes que lo componen, y la materia pierde profundidad. El fondo continúa estableciendo un trasvase de energía y emoción con la forma, que nace de unas zonas de color que se han simplificado pero que continúan definiéndose a partir del dripping y de la densidad con la que se aplica la materia. Al experimentar un proceso de síntesis y depuración del color y del motivo, la flor pierde el valor representativo y el tallo se convierte en una línea autónoma que recorre todo el conjunto de la obra, pasando a ser el elemento plástico que genera las tensiones internas del espacio y el ritmo constructivo que ordena la composición. En este proceso de abstracción o reducción de la flor a sus valores lineales y cromáticos más esenciales, el vínculo del tallo con la corola desaparece y el color de la flor se vuelve una forma geométrica reducida a los mismos márgenes de uno de los soportes que integran el cuadríptico.