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87, 52 y 83
1990
Hierro
Medidas: 222 unidades: 10 x 2,5 cm c.u.
Referencia: ACF0183
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El soporte principal de la coherencia en el trabajo de José María Guijarro es su distancia voluntaria tanto del formalismo como del modelo estandarizado del artista. De hecho, de sus piezas no puede decirse que sean «bonitas», y él vive económicamente de un trabajo que nada tiene que ver con el arte. Desde el principio se interesó por la aplicación de la lógica al arte, así como por la transformación del lenguaje, mediante la repetición, para la representación visual de las proporciones matemáticas. La Serie de Kant, una de sus primeras piezas, se servía de un fragmento del texto introductorio a la Crítica del Juicio: «Wenn man die…» («Si se» …), al que Guijarro daba el valor 100 (100 letras) y separaba luego en proporciones, por ejemplo en tres bloques: 40 %, 30 %, y 30 %, que aplicaba sobre trozos de madera prensada blanca, madera vieja, partes de una puerta, etc. En 1994 efectuó una operación semejante con las palabras con las que comienza La ciencia de la lógica, de Hegel: «Es fühlt sich…» («Se siente…»), utilizando como regla de formación las relaciones numéricas 2-5-3, correspondientes al número de letras de cada una de las tres palabras. 87, 52 y 83, realizada con pequeños fragmentos de tubo de hierro, dispone sobre la pared, en tres hileras, tantos fragmentos como enuncian los números, y no pretende armonía estética alguna; presenta visualmente una broma privada. Los números se corresponden con las medidas anatómicas de Marilyn Monroe. Su tosca presencia sobre el muro, sin relación alguna con la idea de la belleza femenina, traslada su sentido y apaga la imaginación venérea para encender las luces de la lógica de las convenciones sociales. Sin título es la recopilación ordenada de fotografías que siguen ciegamente los movimientos de una mano -una pieza de la misma serie hace lo mismo con los gestos de la boca-, tomadas mientras su propietario recita un poema. La lírica del verso desaparece tras la reiteración y el vacío significativo de unos ademanes mudos, reducidos a puro manoteo. En un texto previamente citado, Guijarro exterioriza así sus intenciones: «Siempre me ha gustado lo que Wittgenstein viene a decir en el Tractatus: el lenguaje es una pintura del mundo. El lenguaje originario era el lenguaje hablado, la escritura vino después, y en el habla son significantes, además de la palabra, el ritmo, la entonación, la melodía. Es lo que me sirve de pretexto para las fotos de la pronunciación de los versos de Alberti, César Vallejo o Miguel Hernández».

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