Volver
Esto no es
Título original: Ceci n'est pas
1989
Resina de epoxy y esmalte sobre tela
Medidas: 140 x 280 cm
Referencia: ACF0153
Imprimir ficha Imprimir ficha Añadir a Mi Colección Añadir a Mi Colección
Estas dos piezas pertenecen a una serie de Javier Baldeón integrada por obras que reciben el nombre genérico de «Ceci n'est pas»: sobre una superficie blanca impoluta aparecen, en una de ellas, las sombras de cuatro sillas de despacho y, en la otra, un cúmulo de mesas y sillas vueltas del revés, volcadas. ¿Objetos representados sobre la superficie de un cuadro? Sería difícil asegurar que se tratase de eso, puesto que con exactitud no hay objetos, ni representación, ni tan solo cuadro. Javier Baldeón pertenece a una serie de artistas que han continuado trabajando en la pintura y en el problema de la representación, caminando por escarpados precipicios en los que su obra se vuelve esquiva a las clasificaciones tradicionales. De entrada, no se puede hablar con exactitud de cuadros, sino más bien de dioramas; es decir, un lienzo hecho con dos capas, pintado por ambas caras, de tal forma que aquello que vemos por un lado es reflejo de lo pintado por el otro lado. En este caso, para redondear el juego, se trata de sombras pintadas que se insinúan a través de una tela tratada con esmaltes, y que dotan a la obra de una extraña luminosidad. Finalmente, la obra tiene algo de telón, de pantalla sobre la que parecen proyectarse unas sombras reales. Sombras, al fin y al cabo, y no objetos; así lo pone de manifiesto, como una declaración de intenciones, el mismo título: lo que sea que haya, no está. Y realmente ni las sillas ni las mesas están, sino solo sus sombras; la sombra es el reverso de la forma, es el objeto en negativo, en todo caso su rastro y casi el no-ser de algo. Asimismo, en el mismo título el referente a René Magritte es obvio, pero en este caso llevado aún más lejos: Javier Baldeón no se contenta con problematizar la representación en pintura, como hiciera el pintor belga, sino que esta ni tan solo se da: simplemente, no está. El proceso de obtención de la imagen es bien sencillo: se trata tan solo de pintar las sombras de objetos proyectadas por un foco de luz. Un proceso que guarda relación con otro artista también empecinado por negar la pintura como mero hecho representativo: Marcel Duchamp. Duchamp obtuvo algunas de sus obras, así como muchos de los objetos representados en Le Grand Verre, por el procedimiento de la proyección. De esta forma trataba de eliminar la mano del artista y la expresión subjetiva mediante una técnica mecánica. Javier Baldeón también elimina ese rastro posromántico de la expresión en pintura, pero, yendo más lejos en la estela de Duchamp, busca convertir la superficie del cuadro y de la pintura en algo más que la mera representación de una cosa. Las sombras hacen del cuadro algo real, lo transforman en un objeto con una presencia real remarcada por el efecto del diorama, por la intensa luminosidad que surge de tales sombras. Por otra parte, en su caso, una vez más ya no es posible hablar de simple representación, porque el cuadro deja de ser un plano. No es una ventana en el sentido clásico asignado a la pintura, sino que es un lugar que recibe; aunque también es traslúcido, sin llegar a ser trasparente. Ni exactamente lo uno, ni lo otro, la obra de Javier Baldeón camina sobre el filo de una navaja al mostrar casi inconsistencia física, al parecer siempre a punto de desaparecer… Es lo que sucede con las sombras: son fugaces y cambiantes. La realidad que ofrece Javier Baldeón es una realidad fugaz, y ese espacio que busca para la obra como objeto real se basa en su inconsistencia. En este juego de quiebros y de continuas negaciones, los cuadros de la serie «Ceci n'est pas» declaran la imposibilidad de ordenar el mundo y de ofrecerlo en una imagen coherente, definitiva e inmutable. En la inutilidad del esfuerzo por ofrecer marcos discursivos para la obra de Javier Baldeón, que empuja hacia una reflexión sobre la propia realidad que nos rodea y que él ofrece, se produce un movimiento de vaivén constante, porque en última instancia su trabajo se circunscribe en la imposibilidad de hacer una imagen en arte, cuestionándola y negándola infinitamente para, por fin, poder hacer una imagen. En otras palabras: los sentidos de su obra se solapan con intensidad, ofreciendo una imagen que no lo es sobre una realidad que no es.

Obras que te pueden interesar