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Sin nombre
1996
Fotografía en color sobre bastidor de madera, estructura con techo, de madera y cristal
Medidas: 27 fotografías: 225,5 x 110 cm c.u.
Dimensiones totales: 230 x 1041 x 490 cm aprox.
Referencia: ACF0032


La imagen fotográfica es concebida por Montserrat Soto como un código que, por su carácter reductor, permite intuir matices intermedios y sutiles que, ante una mirada a nuestro entorno real, permanecen comúnmente ocultos. Es una «otra expresión» capaz de captar -y de trasladarnos a- situaciones próximas y a la vez lejanas que, ante su contemplación, se nos desvelan involuntariamente. En otro orden, es interesante destacar que en todas sus obras el espectador es el punto de interacción que les confiere posibilidad de sentido: es la apertura mental y sensible de quien las observa, en relación a la entidad significativa de cada una de ellas, lo que les otorga su entidad intelectual y experiencial, muy lejos ya de la concepción de obra de arte como objeto de culto; a años luz de la consideración modernista de contemplación como misticismo y pasividad.
Puede decirse que si bien estos axiomas están presentes, en líneas generales, en todos los trabajos de Montserrat Soto, en Sin nombre algunas características quedan potenciadas con claridad respecto a proyectos anteriores, a la vez que se apuntan sutilmente otros rasgos en relación a sus proyectos posteriores. Podemos citar, por ejemplo, que los conceptos de fragmentación y de pausa a los que suelen hacer referencia sus trabajos (por ejemplo Tracto III, 1994; Tracto perdido, 1994, o Sin título. Valla desierto, 2000) quedan explícitos en la sucesión de los veintisiete fragmentos-imagen de pasillos vacíos con sus numerosas puertas cerradas. Por otro lado, en esta pieza la intención -que se mantiene asimismo a lo largo de su trayectoria- de que el espectador se introduzca en cada una de sus imágenes, la penetre y transite por ella, se vuelve evidente o, mejor, inevitable, al tratarse de un habitáculo techado de treinta metros cuadrados en el que la visión de sus imágenes (que conforman sus paredes) sólo es posible si se accede a su interior y se pasea por él. Queda también planteado otro concepto importante en el ideario de esta artista: el de arquitectura entendida como «la forma que escoge la persona para ocultarse, para protegerse »», que paradójicamente, en Silencios (1997), un pequeño habitáculo cuyas paredes reproducen almacenes de obras de arte de importantes instituciones nacionales, Soto extrapola a una reflexión sobre las obras de arte y los espacios (las arquitecturas) en los que estas se ubican. Esta serie, iniciada con Intervalo, de 1994 (una imagen que muestra cuatro salas de exposiciones vacías, en sucesión unas dentro de otras, dando una impresión de continuidad por medio de la unión de sus perspectivas), queda completada con Paisaje secreto (2001), último de sus proyectos que presenta sesenta casas de coleccionistas de Latinoamérica, América del Norte y Europa.
No obstante, exceptuando la serie anterior, el enfrentamiento del espectador consigo mismo -que en Sin nombre llegaba a producir un vértigo físico por el juego de su arquitectura real (triple estructura cúbica), sumado a la modificación digital de la perspectiva en cada una de sus imágenes- sigue siendo pauta en proyectos como Desiertos (2000), compuesto por imágenes individuales de desiertos de Utah, Colorado y Arizona, o en Sin título. Serie Islas (1998-1999), cuyas imágenes pertenecen a diversos rincones de las Islas Aland en Finlandia. En una sucesiva «superación» a la que, afortunadamente, esta artista nos está acostumbrando, la poética, la fuerza de lo sutil, la destreza en la nada perceptible modificación digital y, por qué no, la belleza formal, convierten sus imágenes (como lo hiciera en Sin nombre en estímulos efectivos para un tránsito sobre nosotros mismos y sobre cuanto nos rodea.