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Eva Saumell, calle Manso, Barcelona, febrero 1996
Título original: Eva Saumell, carrer de Manso, Barcelona, febrer 1996
1996
Fotografía en blanco y negro
Medidas: 142,2 x 139 cm
Referencia: ACF0685
Como ocurre con cada una de las cerca de cincuenta obras que conforman su ambicioso y complejo proyecto «La ciutat de la gent» (Barcelona, 1996), resulta bastante difícil afrontar la improbable singularidad de una sola pieza de Craigie Horsfield, especialmente si nos ceñimos tan solo a su evidente calidad «foto-gráfica» o a su plausible estatuto documentalista o testimonial, aunque podemos remarcar su simplicidad, en oposición a los efectos pictóricos; el motivo único y central, en oposición a la manipulación compositiva; su esquematización visual, en oposición a la complicación escenarizada, o su reducción objetivista en oposición a las espirales ficcionales. Con la constante reivindicación de una sola copia de cada obra, y con unas proporciones finales en ocasiones muy próximas a las reales, aquello que en otros casos no pasaría de ser un mero retrato o un simple instante capturado y detenido en el vacío es aquí, en cambio, la muestra reiterada, intencionada y directa de una actitud, y la intensificación de un sentido representacional en la práctica artística que va más allá de las posibles tentaciones realistas habituales en obras en apariencia similares, y que además huye de cualquier adscripción a la rigidez de los géneros artísticos y disciplinares. Haciendo honor al título del proyecto, las personas que conforman la gente que el artista nos muestra son habitantes, ciudadanos, territoriantes, cuya vida está imbricada en el tejido urbano y arquitectónico, y en el sentido de experiencia colectiva que permite determinado tipo de relaciones sociales estructuradas en función de la existencia en desplazamiento de las personas.
En este sentido, se trata de una obra que pertenece a diferentes ámbitos operativos de forma simultánea e igualmente significativa: el histórico, el documental, el antropológico, el memorístico, el reivindicativo, el archivístico, el instrumental, el relacional, el situacional y, por supuesto, también el artístico, cuya potencia y complejidad contribuyen, una vez más, a presentar la obra de arte como otra construcción cultural inevitable, fruto y reflejo de un momento específico y de un tiempo determinado en un lugar concreto, con unos protagonistas, con unos espectadores, y con unas condiciones materiales de visibilidad y de legibilidad también muy específicas. Con tal construcción, además, y sin perder de vista este contexto, en el que -y a partir del que- puede desarrollarse y artistificarse, la obra contribuye de forma muy activa a redefinir y cuestionar los criterios establecidos sobre el papel activo del arte en las sociedades contemporáneas, y su eficacia relacional -ya no estética- junto con los cambios en la noción de tiempo o la constatación de la nula vigencia de cualquier régimen linealista en la socialización de las prácticas artísticas.