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Sin título n.º 7
1997
Acrílico y grafito sobre tela
Medidas: 152,4 x 152,4 cm
Referencia: ACF0663
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Al hablar de la obra de Agnes Martin es inevitable pronunciar las palabras orden, pureza, silencio o trascendencia. Martin pinta con la idea de la perfección en la mente, y explica que de ella surge la belleza y la felicidad absolutas. En uno de sus escritos la artista expresaba: «Cuando pienso en el arte, pienso en la belleza. La belleza es el misterio de la vida. No está en los ojos, sino en la mente. En nuestra mente existe la conciencia de la perfección». Martin constata que el arte no puede ser perfecto porque la perfección es inmaterial, y el arte forma parte del mundo real, que es material. Pero el arte puede suscitar en el espectador una experiencia trascendental de conciencia de la belleza. «La composición es un absoluto misterio», escribió Martin. «Viene dictada por la mente. El artista trata de hallar ciertos sonidos o líneas que sean aceptables para la mente, y finalmente una disposición de estos que sea aceptable». La artista halló en la geometría una vía para acceder a la conciencia de perfección, y eligió la retícula para dar forma a su obra. Martin la ha explorado y la ha recreado con múltiples variaciones: variaciones de color, de tono y luminosidad, variaciones en la escala de sus bandas, variaciones en las pinceladas. A partir de los años ochenta Martin redujo parte de la estructura de la retícula para concentrase casi exclusivamente en las divisiones horizontales, dibujando finas líneas con grafito o bien bandas anchas sutilmente pintadas con pálidos colores. Las bandas cubren todo el ancho de sus lienzos cuadrados, creando un efecto casi atmosférico solamente puntuado por las separaciones lineales. Las dos obras de la Colección, realizadas en 1997, pertenecen a una serie compuesta por bandas de colores pastel que flotan sobre un fondo blanco. La relación entre los colores, entre las delicadas y sutiles variaciones de tonalidades, dota a las pinturas de una luminosidad intensa y no menos sorprendente. Las líneas de grafito que separan las bandas, realizadas a pulso, aparentemente frágiles y como a punto disolverse, conducen la emoción de la pintura. Son obras que inspiran al silencio, que pautan espacios de luz y crean intervalos de quietud. Son obras que requieren una contemplación pausada con el fin de apreciar la poética de su composición; de poder, finalmente, captar en todas sus sutilidades la idea de perfección.

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