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Todo el tiempo del mundo
1991
Hierro, plástico y arenisca
Medidas: 234 x 62 x 62 cm
Referencia: ACF0546
Jorge Barbi ha declarado en más de una ocasión que es un escultor de ideas, y que su obra surge de objetos encontrados en su propia experiencia en la vida y en el entorno. Ante Todo el tiempo del mundo, escultura en la que dos conos de plástico se unen, sujetos entre sí por ligeras barras de hierro, para formar una especie de reloj de arena inmóvil, salta a la vista que su camino artístico no representa una opción formalista, sino que el viaje sigue más bien la dirección contraria: el artista trata de formalizar ideas. Ahora bien, la cuestión de la experiencia resulta más difícil de detectar a primera vista. Y, sin embargo, es una cuestión fundamental, que Jorge Barbi trata con sutileza. Quizás porque trabaja realizando complejos procesos de síntesis, en los que la experiencia ha quedado interiorizada y resumida en una serie de materiales a los que el artista no quiere restar nada de su potencial polisémico. En otras palabras, no basta con contar lo que le sucede a uno, sino que, como el mismo Barbi declara, «un objeto no debe ser un producto que expresa o que sabe, sino un hecho en el sentido de constituir actos en sí». El interés que el artista ha mantenido a lo largo de su carrera por los objetos que constituyen vestigios, por la arqueología, por el tiempo y el pasado, es manifiesto en Todo el tiempo del mundo. En esta obra ya no encontramos objetos que remitan al pasado, vestigios que manifiesten el paso del tiempo, sino el tiempo mismo congelado. A partir de ahí pueden sugerirse múltiples interpretaciones. Todo el tiempo del mundo encerrado en una estructura de hierro, atenazado dentro de plásticos, detenido; la obra establece las dimensiones de nuestros deseos de eliminar el azar, y la tensión entre azar y naturaleza. Asimismo, en la medida en que a principios de la década de los noventa Jorge Barbi empezó a interesarse por los modos de exposición y recepción de las obras de arte, esta pieza puede constituir una sutil ironía sobre la entidad misma de la obra, refugiada e intentando controlar el paso del tiempo. Sutileza y economía de materiales, en un resultado deudor del minimalismo, pero que se abre y cumple una verdadera función polisémica.
En su labor de síntesis y resumen constante de la propia experiencia, Jorge Barbi consigue materializar el fenómeno de identificación entre lo local y lo global, entre un rincón de Galicia y objetos de carácter universal. Y, en esa síntesis, no olvida algo que muchos conceptuales han tendido a menospreciar: la formalización de la obra en sí. En este sentido es muy importante la resolución de Todo el tiempo del mundo, próxima al minimalismo, en la que queda patente su esfuerzo por no sobrecargar de información, limitando la obra a los elementos justos, y también siendo consciente de que no hay que esconder sino descubrir, y de que es en la contención donde radican una mayor apertura interpretativa y una densidad poética más intensa.