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Imaginación muerta imaginad
Título original: Imagination, Dead Imagine
1991
Videoinstalación: 5 vídeos LaserDisc (color, sonido),
estructura de madera, espejos.
Medidas: 295 x 253,5 x 253,5 cm
Referencia: ACF0530
Esta pieza, producida para la exposición «El jardín salvaje», que tuvo lugar en la sala de exposiciones de la Fundación ”la Caixa” de Madrid en 1991, está constituida por un cubo en cuyas paredes se proyectan las imágenes –en primer plano cerrado– de diversos ángulos de una cabeza andrógina, de aspecto muy sereno y sobrio. La cabeza está, por así decirlo, encapsulada dentro del cubo. Del cubo surge un sonido de intensa respiración.
La acción, que se repite cada quince minutos en las diversas pantallas de vídeo, es simple, pero a la vez violenta y enigmática. Sobre la cabeza se va derramando una sucesión de fluidos que, según se sugiere, son corporales: sangre, orina, vómitos, excrementos, semen, saliva, etc. También aparecen insectos. Ocasionalmente, una imagen se disuelve en la siguiente mediante un efecto de cortinilla en vídeo a modo de transición. Mientras estos fluidos se vuelcan sobre la cabeza, la expresión del rostro permanece impasible.
Para realizar esta obra Judith Barry empleó un montaje computerizado de dos modelos vivos, uno masculino y otro femenino, a los que se sometió al baño de fluidos. La mayoría de las «desagradables» sustancias que aparecen en la obra son, en realidad, líquidos como miel, sopa, zumos, etc., aunque los insectos eran de verdad. Barry utilizó la tecnología digital para mezclar las imágenes, aunque decidió no esconder el solapamiento de los dos modelos a fin de dejar claro que se trataba de una simulación. En palabras de Margaret Morse, «el resultado de esta fusión es un híbrido que desafía las categorías existentes de género, simulando un sufrimiento humano de heroicas proporciones».
El título de la obra se deriva de la última novela de Samuel Beckett, Imagination Dead Imagine, publicada en 1965. En ella, Beckett describe una austera estancia en la que están sentados un hombre y una mujer, experimentando ciclos invariables de luz y calor. Barry incorporó a esta obra, asimismo, elementos de la novela de J. G. Ballard The Impossible Room, en la que se recoge la imagen de un cubo tal y como se muestra en la pieza. No obstante, la influencia más decisiva procede de la filósofa francesa Julia Kristeva, especialmente de sus escritos sobre lo abyecto. Según Kristeva, lo abyecto no es algo sucio o enfermizo, sino algo que surge cuando las expectativas fijas, aquellas que definen una división clara entre el cuerpo y el mundo físico, se ponen en entredicho. La pieza de Barry pretende plantear una reflexión sobre los límites de la condición de un ser vivo, y sobre el modo en que lo «podrido», lo «abyecto», infecta, da forma y enmarca la vida.
Al mismo tiempo, la artista concibe este trabajo como un diálogo en el contexto de la misma historia del arte, en concreto con el minimalismo de artistas como Sol LeWitt o Tony Smith. Según Barry, su objetivo era «resituar el cuerpo dentro del minimalismo…, dentro del cubo minimalista, y ver lo que podría pasarle a ese cuerpo en tal situación» .