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Sin título
1993
Piano, ocho sillas, piezas de madera y ganchos
Medidas: 240 x 310 x 440 cm
Referencia: ACF0529
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Desde principios de los años noventa, Tony Cragg desarrolló diferentes proyectos de carácter ambiental o arquitectónico (Subcommittee, 1991; Secretions, 1995, etc.). Esta pieza debe situarse en el contexto de las producciones en las cuales la escultura, más que reducirse a ocupar el espacio, se convierte en estrategia para construir un espacio, para crear un ambiente. Desde esta perspectiva, en tanto que Sin título (1983) era una obra inmersa en la simbiosis entre escultura y pintura, este otro trabajo, como decíamos, conduce la escultura hacia la arquitectura. En esta construcción concreta –en la que pueden observarse un piano, unas sillas y diversos elementos de madera que contribuyen a la recreación general del contexto–, sin duda lo más enigmático son los ganchos que cubren todos los objetos de la composición. Desde el piano hasta los objetos a modo de pilares arquitectónicos que sirven de marco a la composición, todo está forrado de ganchos clavados que otorgan una vibración visual muy especial al conjunto. Este efecto de carácter casi atmosférico permite leer el recurso de los ganchos como una estratagema para favorecer el realismo de la construcción –un deseo muy claro en toda la obra de Tony Cragg–, ya que al fin y al cabo los ganchos podrían simular las notas musicales que empapan el ambiente. A pesar de esta lectura, hay que recordar que Tony Cragg, durante ese mismo período, se interesó también en gran medida por el efecto que producían los objetos con pieles ralladas, llagadas o forradas de materiales diversos. En este sentido, no debe olvidarse que el artista utiliza ganchos en otras obras (Angels and Other Antibodies). Con unos u otros recursos, se trata de una investigación que desearíamos leer paralelamente a la recomposición característica de cosas con fragmentos dispersos; ahora se trata de diversificar el objeto no por su condición de acumulación en sí, sino por la posible multiplicación epidérmica, como si fuese en la piel donde dicho objeto revela el efecto de sus circunstancias. Junto a esta perspectiva, la proliferación de texturas desagradables se interpretó, en un momento determinante de la obra de Tony Cragg, como un recurso para poner en duda la proximidad de los objetos, la hipotética facilidad con la cual nos apropiamos de ellos para darles un uso práctico y provechoso.

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