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Crisálida
1989
Cuero, piel sintética, metal y arena
Medidas: 44,5 x 41 x 300 cm
Referencia: ACF0527
Con Crisálida, Adrián Alemán acude a recursos ideológicos y estilísticos del arte objetual como son la ironía, el fragmento, la descontextualización semántica, el nombre, la designación extraña, la provocación, la exposición museística. Dentro de este ámbito, aporta un componente simbólico e iconográfico de contenido poético. Debemos también profundizar en el concepto de crisálida, último estadio de la metamorfosis, para ir aproximándonos a una obra aparentemente hermética, que nos propone un desplazamiento hacia uno de los períodos históricos más negros de la historia contemporánea española. Resulta imposible seguir hablando más tiempo de esta pieza sin hacer hincapié en el momento al que alude, porque cada fragmento de la Crisálida resulta ser uno de los maletines que utilizaban para transportar las viejas cintas del NO-DO que se proyectaban en los cines en la época de la dictadura.
A principios de los años cincuenta, la modernidad empezó a interpretarse como una ruptura con el pasado. A finales de esa misma década comienza a ponerse en crisis esta idea y es en la posmodernidad cuando se duda del propio concepto de vanguardia como movimiento, y se defiende la idea de la transición, de la mirada que realza el pasado y la tradición. Crisálida, por lo tanto, tiene un componente punzante y mordaz que sitúa el debate sobre el arte en un estado de transición, ensimismamiento y perversión. Bajo una apariencia repetitiva fría y pulcra, los veintiséis maletines de cuero cobijaban las cintas propagandísticas del franquismo. El NO-DO era la ventana por la que los españoles nos asomábamos a la realidad del mundo. La memoria de una buena parte de nuestra historia más reciente sirve como punto de partida hacia otro estadio social, político y cultural y, por qué no, incluso personal. La metamorfosis de la que nos habla Adrián Alemán está hecha a nuestra medida. Los fragmentos nos remiten a un todo perdido en el devenir del vacío. Dentro de los maletines no hay nada. La ausencia es el material con el que nombra el pasado, pero también es la sustancia con la que se fabrican los sueños y las propias perversiones. La dimensión simbólica de la crisálida vuelve más compleja la simplicidad formal de la factura de la pieza, y su lectura se diversifica al vaciar de contenido funcional los elementos que la componen. El conjunto de maletines dispuestos de esta manera ayuda a eliminar la diferencia entre arte y objeto de uso, haciendo aflorar toda la cadena de significaciones y asociaciones provocadas por la descontextualización semántica de cada fragmento y del conjunto en sí.
La incorporación de objetos industriales fabricados en serie conecta esta obra con los ready-mades de Marcel Duchamp, a la vez que la serie repetitiva de un mismo elemento nos aproxima a postulados minimalistas. En ese cruce de lenguajes por los que circula la obra, Adrián Alemán recoge del conceptualismo el valor de la palabra como origen del pensamiento y de los propios objetos. La palabra se convierte en materia de conocimiento, y nos hace regresar a los orígenes de las cosas, de igual modo que las maletas que configuran la crisálida nos remiten al viaje de vuelta, y no de ida. En el retorno subyace la esencia fundamental del devenir y de lo que sucederá después. No hay progreso sin pasado, ni futuro en el olvido, ni forma sin precedente. En la crisálida se condensan el espacio y el tiempo, pasado, presente y futuro, como en una semilla que germina cuando las condiciones le son favorables.