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Jardín
Título original: Grotraer
1988
Óleo sobre tela
Medidas: 200 x 200 cm
Referencia: ACF0494
La formación en geología de Per Kirkeby es algo así como la cara visible que explica su interés por la naturaleza. De manera inevitable, la confluencia entre naturaleza y arte se concreta en el desarrollo de un género artístico: el paisaje. A este género ha dedicado buena parte de su obra, lo que significa que sus pinturas se desarrollan a partir de la reflexión sobre un género y una composición pictórica tradicional; o, lo que es lo mismo, el artista trabaja sobre un arquetipo histórico del arte. Sin embargo, en esta obra de 1988, en la imagen en sí no es posible identificar ni el paisaje ni la naturaleza; únicamente el título nos remite a la idea de paisaje, en este caso de jardín.
En 1967 Per Kirkeby realizó un libro formado exclusivamente por fotografías de paisajes, algunas tomadas por él mismo y otras recogidas de revistas o postales. En 1978 publicó otro libro, esta vez incluyendo poemas, con fotografías tomadas durante sus viajes. El mismo Kirkeby ha declarado que el viaje constituye un proceso de sedimentación, de suma de imágenes y estructuras. Y él aplica precisamente este proceso de sedimentación para la elaboración de una pintura. Grotraer no reproduce un jardín identificable, sino diferentes capas dominadas por el negro, al que se superponen extensas manchas azules, verdes y amarillas. No hay elementos narrativos, sino un juego compositivo en tensión: la apariencia abstracta del cuadro es negada porque sabemos que se trata de un jardín; sin embargo, no hay ninguna figuración identificable y solo podemos reconocerla por el título.
Kirkeby elimina de forma intencional cualquier trampa visual de origen ilusionista; incluso evita la sensación de profundidad, provocando más bien un «efecto alfombra» que explica la tensión entre figuración y abstracción. Al mismo tiempo el resultado final, plano y oscuro, remite a la tradición de la «pintura oscura» danesa de los años treinta; es decir, vuelve sobre un esquema compositivo tradicional.
La negativa de Kirkeby a dar un carácter ilusionista y narrativo a su pintura no tiene que ver tanto con su apuesta por una «pintura-pintura» como con su intención de que el cuadro trasmita una experiencia de lo real. El arte, para Kirkeby, es un proceso de conocimiento de lo real. Por ello la pintura es solo un medio, como en otras ocasiones lo han sido las esculturas o las películas. Y también por ello se trata de un jardín, esto es, una naturaleza domesticada, intervenida por el ser humano: porque su interés no es tanto descubrir la naturaleza en estado puro, sino experimentar lo real y el paisaje como construcción cultural. Con ello su obra no solo recoge la influencia del expresionismo, sino también, de manera más intensa, la tradición del romanticismo.