Un mosaico de trozos de madera pintada dibuja, por su disposición, la paleta de un pintor. Este célebre trabajo de Tony Cragg –quizás uno de los más reproducidos– es una obra, en nuestra opinión, de muy altos vuelos. A pesar de un planteamiento tan simple y de la severidad del objeto, el universo de referencias que se abren de par en par es enorme. Tal vez se podría resumir afirmando que esta pieza es una alegoría muy elocuente de aquello que preocupa a Tony Cragg –y a buena parte de los complicados años ochenta–, pero es evidente que será mucho más interesante intentar analizarlo con más detalle.
Por un lado, parece obvio que es necesario leer esta paleta como un autorretrato del artista, y no únicamente en la dirección simple que implica convertir un icono como la paleta en el tema de la obra –ello lo convierte en autorretrato de cualquier artista–, sino, sobre todo, por la peculiaridad, el estilo Tony Cragg, de construir esa misma paleta a partir de la reunión de diferentes trozos de material. En efecto, este trabajo es un Cragg en sentido pleno. En la pared –también podría ser en el suelo–, diferentes objetos, en su reunión mágica, construyen la imagen de una paleta. Esta sencilla operación contiene toda la poética de Tony Cragg: los fragmentos de cosas dejan de ser desechos extraños y pasan a formar parte, se convierten en el detalle, de un objeto real. La paleta ya no es solamente un autorretrato, también pasa a ser una definición tautológica del arte: la tarea de recomposición del mundo. Este es, al fin y al cabo, el sentido que tiene para este artista presentar su trabajo como ejercicio arqueológico, capaz de restituir lo real.
Desde otra perspectiva, esta obra, este elogio del arte por su capacidad de rehacer el mundo, es naturalmente muy adecuada para el optimismo de los años ochenta. El mismo optimismo que permitió entonces construir argumentaciones aparentemente tan contradictorias como emparentar la época con el período de las vanguardias históricas –en un texto sobre este mismo trabajo de Cragg, Victòria Combalia relaciona esta obra con las investigaciones cubistas y neoplásticas– y, a la vez, reivindicar el renacimiento de lenguajes tradicionales como la pintura y la escultura. De hecho, esta paleta es simultáneamente ambas cosas.