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Naima
1985
Acuarela y gouache sobre papel Creysse
Medidas: Total: 248 x 400 cm
Referencia: ACF0174
A principios de los años setenta, la obra de Joaquim Chancho se volvió experimentación depurada en busca de un espacio de expresión. Consciente de las limitaciones del formato y de la técnica, el desarrollo incesante del lenguaje específico de la pintura le permite hacer una reflexión constante sobre la pintura. «Si pintamos es porque, en este sentido, la pintura todavía está por hacer», afirma el artista. Naima (1985) es una obra concebida estructuralmente como un retablo formado por diversos fragmentos, en el cual cada unidad integra y a la vez separa las partes de un todo. Dispuesto verticalmente, en un sentido de multiplicidad secuencial, cada uno de los módulos aporta una contextualización del conjunto completo. Chancho se plantea la relación de la obra con el espacio real, creando unos intervalos de separación diferentes entre cada segmento, y analiza los ritmos internos y las interacciones entre lo vacío y lo lleno. Desde unos planteamientos pictóricos austeros, su lenguaje es de una expresividad hermética, calculada, y gran parte de su fuerza radica en la manera de utilizar el color. En esta obra Chancho ya no estructura el espacio pictórico mediante signos y elementos caligráficos casi idénticos, repetidos con pocas variaciones. Naima es el resultado de superposiciones de gestos en un diálogo entre el soporte y la superficie de la obra. El gesto se vuelve más instintivo, más directo, y la acción se concentra en el libre fluir del gouache y la acuarela sobre el papel. El artista no mezcla ni remueve los colores fuera del cuadro, sino que desde la superficie de la tela, convertida en paleta, investiga las cualidades físicas del soporte y concibe la obra como una entidad autónoma en busca de unas leyes internas de composición. Regida por un ritmo calculado, Naima tiene su propia aritmética, su lógica y su orden. Desde una geometría reducida a los propios márgenes, el resultado es un espacio interiorizado de proporción, claridad y perfección que busca lo esencial desde el silencio. Para Chancho la pintura es, sobre todo, una forma de conocer que nos permite percibir nuevamente la realidad para sugerir alternativas. «Es necesario estar dentro del medio pictórico para poder mirar hacia fuera», para poder comprender lo que nos rodea. La acción teje la trama y los sedimentos depositados se vuelven rastros del sujeto que pinta.