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Espacio ocre
Título original: Espai ocre
1989
Óleo y esmalte sobre tela
Medidas: 168 x 192 cm
Referencia: ACF0163
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Pijuan pintó Xiprers a Folquer treinta años después de su primera exposición individual; es, pues, una obra realizada en plena madurez artística. Justamente cuando el artista mismo considera que sus distintas etapas han cerrado un primer ciclo, y cuando puede culminar sus deseos germinales con un mayor dominio técnico y un cierto grado de libertad. En la primera mitad de la década, Pijuan recuperó entre los colores dominantes de su paleta el negro y el gris. Su acercamiento al motivo se volvió más inmediato y natural, resolviéndose en formas abstractas o en esquemas paradigmáticos de la realidad a la que hacían referencia. La pincelada, sistemática durante los años setenta, se hizo más libre, más cargada y, sin embargo, más sutil y aérea. Él mismo afirmaría que su sensibilidad estaba marcada por el gusto por la monocromía y por el hecho de que lo que ocupaba la composición de toda la superficie del cuadro no eran los elementos figurativos, sino los huecos existentes entre ellos, así como entre ellos y los límites del lienzo. Algo que el propio artista definió como «la validez del vacío como elemento de composición». Su gran interés por el paisaje, sobre todo por un tipo de paisaje recio, se debía en parte a sus orígenes familiares –a su ascendiente paterno, Aragón, y materno, la Segarra leridana, que aparece en muchos de sus cuadros vinculada a la imagen de la casa–, pero también a la ubicación de su propia masía y su estudio en Folquer, donde situó los cipreses de Xiprers a Folquer, obra correspondiente a una serie muy numerosa iniciada en 1983. Ese interés se debía también, en parte, al colorido y la gama de esas tierras, de tonos ocres, verdes, pajizos e incluso cenicientos, colores que se contaban entre sus preferidos. El ocre es el color preponderante en Espai ocre, así como en el cuadro titulado precisamente Paisatge ocre 2, una de las obras que incluyó en la retrospectiva del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. De esta obra puede deducirse el calibre de su acercamiento a la naturaleza o a las vistas; lo que cuenta no es trasladar al cuadro su mirada sobre lo real, sino que la pintura, el hecho de pintar y sus especulaciones prácticas son lo que configura y transforma su visión del paisaje. Y también la visión del espectador, aunque sea, obligadamente, en menor medida.

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