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Menina IV
1982
Acrílico sobre tela
Medidas: 220 x 200 cm
Referencia: ACF0138
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La pintura de Soledad Sevilla se ha desarrollado en el cruce fructífero de una perspectiva geométrica y normativa, con una veta esencialmente emocional, sensible a preocupaciones perceptivas. La diversa dosificación de ambas tendencias ha determinado el carácter de cada serie, de cada etapa y también de cada instalación, íntimamente ligadas a la pintura. La serie «Las Meninas», realizada entre 1981 y 1983, constituye el primer intento de integrar rigor analítico y rigor emocional, tomando como punto de partida el cuadro homónimo de Velázquez. Quizá porque se trate de una obra en la que de manera muy radical espacio, atmósfera, luz, color y tiempo se engarzan generando un mecanismo de análisis abstracto de gran intensidad de percepción y representación, paralelo a la escena. El cuadro de Velázquez ha sido reiteradamente abordado de manera alusiva durante los dos últimos siglos, pero Soledad Sevilla rescata para su reflexión la estructura profunda de ese mecanismo de análisis abstracto, prescindiendo de toda referencia a la escena. El espacio se reconstruye desde la modulación de planos, que a veces se cortan y se dividen por líneas, mientras que en otras ocasiones se penetran suavemente a través del color. La superposición de tramas de líneas regulares determina los planos y define el color. Las sombras y las penumbras adquieren una vibración de profundidad atmosférica sobre la que se asienta el espacio; los contrastes de luz se delimitan desde el color. En gamas cromáticas alejadas del naturalismo se construye una reverberación tanto de luz como de espacio, dejando aparecer tras el rigor formal el camino de la evocación poética, que se verá de manera muy contundente en su serie posterior, dedicada a la Alhambra. Meninas IX, fechada en 1982, se sitúa en el núcleo central de la serie y resume todas estas preocupaciones. Iniciada en Boston, donde reside la artista entre 1980 y 1982, plantea dos únicos planos de color, relacionados mediante cortes diagonales de líneas blancas en los extremos, mientras que en el vértice el encuentro busca un fundido de las tramas de líneas y de color. La diagonal condensa una precisa interpretación de Velázquez, y también de Las Meninas. Precisamente la diagonal sería decisiva en la obra de Soledad Sevilla, y no sólo en su pintura; también en sus instalaciones más complejas, en las que el espacio real es cortado por una retícula en diagonal, incorporando una característica inestabilidad contenida de tono barroco.

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