Tony Cragg
Reino Unido, 1949
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Tony Cragg es uno de los representantes más célebres -junto a otros artistas reconocidos como Richard Deacon, Antony Gormley o Anish Kapoor- de la denominada, según una afortunada expresión, «nueva escultura británica» de la década de los ochenta . Formado en diferentes centros ingleses, cuando consideró que había finalizado sus estudios, en el año 1977, se instaló en Wuppertal (Alemania), desde donde ha desarrollado su prolífica trayectoria. Según el mismo artista reconoce, en la genealogía de su obra desempeñan un papel importante diferentes ascendentes británicos, desde la idea de paisajismo hasta la figura de Richard Long. En todo caso, el trabajo de Cragg destacó desde el primer momento por su originalidad, ya que, más que referentes artísticos perfectamente visibles, el telón de fondo de su obra se alimenta de la fascinación que Cragg siente por las ciencias físicas, especialmente en sus versiones más oscuras o primitivas. Las primeras esculturas de Tony Cragg se extendían por el suelo y dibujaban formas geométricas, o insinuaban imágenes de todo tipo. A continuación, a partir de 1980, Cragg trabajó también en sus características composiciones de pared. Con estas obras de los primeros años marcó las pautas que seguiría toda su obra posterior: el interés por la materialidad de los objetos y por la compilación de elementos diversos, y el gusto por el amplio margen de especulación creativa que permite la reutilización de estos mismos objetos. En la tesitura que se define según estos parámetros, el trabajo de Tony Cragg se ha interpretado como un lúcido ejercicio de arqueología moderna que, al forzar un uso y una memoria en dirección al mundo de las cosas, se convierte en una especie de nuevo realismo. A partir de mediados de los años ochenta, Tony Cragg condujo estas investigaciones hacia la escultura exenta, y amplió enormemente los registros de su obra.
Martí Perán