Joaquim Chancho
España, 1943
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Alumno de la Escola Superior de Belles Arts de Sant Jordi de Barcelona, ya en los años sesenta su pictoricidad matérica se desplaza pronto hacia una pintura no retiniana. A principios de los setenta, gracias a una beca, permanece durante cierto tiempo en París. En 1973 obtiene una beca de la Fundación Juan March. Durante aquellos años inicia una radical defensa del carácter bidimensional de la superficie pictórica por medio de una geometría modular y secuencial que le facilitan las tintas serigráficas. Una definición estructural de la pintura que marca toda su trayectoria artística, así como el uso restrictivo del negro como color de fuerza o introspección. Estas organizaciones geométricas pronto se contraponen a pequeños signos de apariencia caligráfica, hasta dejar que sea la propia caligrafía la que recorra toda la superficie, por medio de una gama cromática muy austera. Tales exploraciones le llevan a la ejecución de grandes formatos de papel entintado y lonas sin bastidor, como forma de sobrepasar el espacio físico convencional de la tela. Durante buena parte de los años ochenta abandona la pintura y se dedicará a los «trabajos de mesa», una etapa en la que deja a un lado los soportes tradicionales para poner su atención en las posibilidades del signo, la línea y el espacio, que le proporciona la confección de libros y libretas. El regreso a la pintura se produce a finales de los años ochenta, ya siempre complementado por el trabajo sobre papel, ambos guiados por un diálogo comprometido con una noción de orden desde entonces continuamente cuestionado, en una permanente búsqueda de sus aspectos mudables e inestables. En la década de los noventa se adentra de lleno en un riguroso trabajo de sedimentaciones pictóricas verticales y horizontales que se convierten en un laboratorio de mediciones del propio soporte en relación con las pulsiones de la mano. Capas y capas de gamas cromáticas yuxtapuestas son distribuidas por la superficie de la tela, dejando constancia tan solo de la cardinalidad espacial, de los órdenes interiores de una cuadrícula sin jerarquías, a modo de sensibles registros de su propia expansión en el espacio, lo que le convierte en uno de los pintores abstractos más severos y radicales dentro del territorio español. En la década del 2000, estos recorridos alcanzan una compleja organización reticular que atiende a una visión poliédrica (y por tanto volumétrica y profunda) del espacio que se alía, ahora, con una multiplicación de la direccionalidad de las tramas, pero también con el añadido y la sustracción (esgrafiada) de la pintura que da igual valor a lo positivo/negativo y al espacio/forma, ayudado en todo momento por una temporalidad lenta y afectiva de la manufactura. Un tejido reticular, realizado con óleo o en series de dibujos, que se encadena, se contrae o incluso se yuxtapone, con el que Chancho reaviva la importancia moral del orden perturbado que recorre la pintura desde Giotto, pasando por Caravaggio, hasta Barnett Newman, pero también como resonancia de las cadencias arrítmicas que pueden hallarse en la poesía o el jazz. Desde 1973 ha sido profesor y catedrático de pintura en la Escola Superior de Belles Arts de Sant Jordi que en 1978 pasó a ser la Facultat de Belles Arts de la Universitat de Barcelona, hasta su jubilación en el 2013, donde ha formado a innumerables artistas y ha dejado enseñanzas que aun hoy siguen vigentes. Asimismo, desde 1987 colaboró con Eina, Centre Universitari de Disseny i Art de Barcelona.
Teresa Blanch