Daniel Chust Peters
Brasil, 1965
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Daniel Chust Peters (São Paulo, Brasil, 1965) se instala muy pronto en Barcelona, donde estudia Bellas Artes hasta el año 1990. Después de una estancia en Francia, de regreso a Barcelona presenta su trabajo en numerosas exposiciones colectivas, entre las que cabe destacar la muestra «La casa, il corpo, il cuore», que viajó por diversas ciudades de Europa central. Entre las exposiciones individuales que ha presentado en diferentes ciudades debe destacarse la producción «Aire acondicionado», que se presentó en el Palacete del Embarcadero en el año 2000, en Santander. En los últimos años su trabajo también se ha exhibido en la Fundació Miró y el Arts Sant Mònica (CASM), ambos en Barcelona, así como, muy especialmente, en distintas ciudades de Francia.
El trabajo de Daniel Chust reinventa, muy a menudo, arquitecturas reales que, en sus manos, se convierten en maquetas-objeto susceptibles de ser empleadas para una función determinada (un parque infantil, una jardinera, etc.). Lo más peculiar es que, con mucha frecuencia, el referente arquitectónico que utiliza es su propio taller (reproduciendo en cada ocasión el espacio donde trabaja en función de sus periplos personales y profesionales), de tal modo que con esta operación consigue, no sin ironía, conducir la cuestión artística hacia el mundo real. Su taller –su ocupación artística– es el mismo tema de su trabajo; sin embargo, gracias a una rápida pirueta, su arte mismo se disuelve en la práctica y en la experiencia. En el proyecto Gira-Sol (2001) llegó a presentar hasta treinta maquetas distintas de su estudio. Un ejemplo concreto de esta aparente obsesión en su trabajo es Cielo mío (1996), dos casas de muñecas realizadas en madera que reproducen su taller y la sala de exposiciones Rekalde 2, de Bilbao. El hecho de que Chust haya convertido estos espacios en juguetes no solo redimensiona el carácter del objeto artístico confiriéndole utilidad, sino que además construye con ello un aparato crítico que cuestiona los usos de la arquitectura e ironiza sobre el circuito del arte. Frente a la idea del valor de cambio que parece organizar todo el sistema artístico, Daniel Chust apela reiteradamente al juego y a la experiencia lúdica, sin más objetivo que su propia consumación.
A partir de un momento determinado, la referencia al propio taller padece una inflexión. En Saltar per l’aire (2007), una enorme reproducción del estudio desciende por la ladera de una montaña, anunciando una suerte de lenta desaparición. En trabajos recientes (Air force one, 2009; Air race, 2010), la investigación sobre los espacios arquitectónicos se desplaza hacia otros emplazamientos y, sobre todo, se resuelve mediante la aparición de personajes reales que dan cuerpo a estos espacios.
Andrea Aguado Alemany