Jorge Oteiza
España, 1908
España, 2003
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Considerado uno de los máximos exponentes de la escultura vasca, la trayectoria de Jorge Oteiza (Orio, 1908 - San Sebastián, 2003) ocupa un lugar muy importante en el panorama del arte español desde la posguerra hasta la década de los sesenta. Su vocación artística se despertó a mediados de los años veinte, en el agitado ambiente creativo de San Sebastián. De formación autodidacta, empezó su andadura como escultor dentro de las líneas trazadas por el expresionismo y el primitivismo. Entre 1934 y 1948 se establece en Sudamérica, donde desarrolla los fundamentos de lo que será su trabajo escultórico futuro. De regreso a España se encarga de las esculturas para el friso y la fachada de la basílica de Nuestra Señora de Aránzazu, obra del arquitecto Francisco Javier Sáez de Oiza, donde ensaya sus teorías sobre el debilitamiento, el vacío y la estética negativa. En 1957 presenta en la Bienal de São Paulo un conjunto de piezas de pequeño formato titulado «Propósito experimental», con el que gana el premio extraordinario de escultura. Dos años más tarde, en un momento en que su obra había adquirido una notable resonancia internacional, abandona la práctica artística para centrarse en disciplinas tan dispares como la antropología, la docencia, la poesía y el cine. Puente entre los movimientos de vanguardia y la generación de la posguerra, el trabajo de Oteiza reivindica la tradición del arte geométrico europeo, especialmente del neoplasticismo y el constructivismo ruso, así como su influencia en la cultura vasca. Durante los años sesenta y setenta investiga las tradiciones populares del pueblo vasco y, sobre todo, su lengua, y publica el célebre Quousque tandem…! Ensayo de interpretación estética del alma vasca, un texto polémico, con fuertes implicaciones políticas, que continuará a partir de otros ensayos críticos posteriores.
Valentín Roma