Susana Solano
España, 1946
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Su impronta en el campo de la escultura en nuestro país es de gran trascendencia. La madera, el bronce, el plomo, la escayola y la lona son materiales claves en su obra; pero el hierro, presentado en sus múltiples posibles acabados –superficies galvanizadas u oxidadas, enrollado, enrejado o cortado en planchas– se convierte pronto en el principal protagonista de su trabajo. Ocasionalmente, Solano asocia metales distintos para conseguir contrastes interesantes. El tratamiento que da a las superficies de sus esculturas se relaciona con la tradición artesanal al revelar, de manera sensual, las marcas del proceso de fabricación.
Más intuitiva y expresiva que teórica y formalista, Susana Solano se enfrenta a los materiales según sus necesidades, y la escala también se adapta al relato que busca transmitir al espectador. Su trabajo se configura a partir del estudio del vacío y crea una relación de tensión y dinamismo en el espacio en la destaca una especial atención al aspecto constructivo y se subraya la privacidad, la intimidad y el silencio de los encerramientos espaciales.
Sus obras –cuyas formas pueden evocar altares, jaulas, construcciones de tipo arquitectónico o de mobiliario, así como estanques, cráteres u otras referencias paisajísticas– forman parte de su memoria biográfica; de ellas fluye una lírica muy íntima y a la vez enigmática, de gran potencia y rotundidad.
Tras una primera etapa que se prolonga hasta casi finales de los ochenta, caracterizada por el predominio de las superficies táctiles y los volúmenes orgánicos y voluptuosos, la severidad geométrica y la escala casi monumental se apoderan de su escultura en un segundo período. Ejemplo de esa primera etapa es Fontana núm. 3, mientras que Fa el 5, realizada cinco años después, se enmarca en ese período posterior. No debemos olvidar la importancia de sus dibujos, que como en el caso de Senza Uccelli, acompañan a la pieza del mismo título.
En todo su trabajo, lo físico y lo mental, la intuición y el conocimiento dejan su huella escultórica con gran rigor. «Mi espacio ideal es un espacio único, vacío de historias, del que me pueda enamorar. Un espacio que desconozco, una atmósfera de pensamiento. Deseo ahora concentrarme en una vida donde no haya nada y trabajar con lo mínimo posible».
Virginia Torrente