Carlos Pazos
España, 1949
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La trayectoria artística de Carlos Pazos se inicia en Barcelona durante la década de los setenta, dentro del marco de los nuevos comportamientos artísticos. Al igual que otros compañeros de generación, Pazos experimentó distintas influencias (arte povera, pop, neodadaísmo, accionismo, cultura popular), y con todas ellas fue capaz de dar cuerpo a un ambicioso ciclo artístico con el epígrafe genérico de «La nostalgia del tiempo no vivido», que Pazos desgranó en sucesivas entregas a través de una serie de exposiciones memorables: «Voy a hacer de mí una estrella» (1975), «Conocerle es amarle» (1978), «The Floor of the Fame» (1978) y «Bonjour melancolía» (1980). Aunque la adscripción historiográfica más reiterada de Pazos haya sido, y siga siendo, la de artista conceptual, no se puede pasar por alto su terminante y tenaz distanciamiento de la ortodoxia conceptual, consumado en declaraciones públicas y mediante el reiterado uso subjetivo y autobiográfico, en sus intervenciones artísticas, de materiales provenientes de la cultura popular, ya sean dibujos, ready-mades , acciones, fotografías o instalaciones. Si en un primer momento se reconoció en sus obras la influencia formal del arte pop y la procesual del arte povera, así como una hipotética intención de cuestionamiento sociológico del consumo popular, su evolución posterior demuestra que su trabajo estaba más próximo a las mitologías individuales y de la reinterpretación neodadá del ready-made, que a las distanciadas traducciones a pintura y escultura de imágenes y objetos provenientes de los medios de comunicación de masas. Gracias a la introducción de todo tipo de objetos de consumo popular en su trabajo, Pazos pudo sentar las bases de un discurso artístico, que implicaba un cuestionamiento radical no solo de la pintura, sino también de la calidad y de la perdurabilidad como valores fundamentales en el arte. Su recurso al souvenir, en tanto que recuerdo personal con la capacidad de condensar un instante fugaz de la memoria sentimental, le facilitó la incorporación de la dimensión autobiográfica y de su correspondiente derivación mítica. A principios de la década de los ochenta, la transformación de la ironía en melancolía, como actitud inspiradora de la concepción de su trabajo, marcó la apertura de una nueva etapa, «A cuestas con la memoria», cuya aportación más difundida y reconocible son los llamados «objetos escenificados» que Pazos ha venido desarrollando hasta el momento presente.
Pablo Ramírez