Harald Klingelhöller
Alemania, 1954
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Harald Klingelhöller estudió -al igual que muchos creadores de su generación- en la Academia de Arte de su ciudad natal. Sus primeras exposiciones, que datan de principios de los años ochenta, se pueden enmarcar en el movimiento que surgió en aquel momento como reacción a la recuperación de las maneras expresionistas por parte de un gran número de artistas alemanes, por entonces ya ampliamente reconocidos. Al igual que otros escultores como Ludger Gerdes, Reinhard Mucha y Thomas Schütte -junto a quienes ha expuesto en numerosas ocasiones, como «Konstruierte Orte 6xD+1xNY», en la Kunsthalle de Berna, en 1983, o la muestra «7 Skulpturen», presentada en el Kölnischer Kunstverein de Colonia en 1986-, Klingelhöller se unió a esta tendencia más analítica y conceptual, que tomaba como una de sus referencias el arte de los años sesenta. Desde entonces y hasta la actualidad, el debate que plantea su obra ha girado en torno al lenguaje, su valor metafórico, la relación de las obras con su título y la eficacia de la escultura como soporte de comunicación. En este sentido, Klingelhöller ha evolucionado desde utilizar el título como elemento de explicación de la pieza -proporcionando el criterio para su decodificación- hasta hacerlo funcionar como una composición independiente, que desarrolla un tema paralelo al de la escultura propiamente dicha. Sus obras comparten el uso de un repertorio limitado de materiales, que suelen ser sencillos y cotidianos, como el cartón, el yeso, la madera, el cristal de espejo y las planchas de acero, que se disponen en el espacio de exposición ofreciendo múltiples puntos de vista.
Ferran Barenblit