Craigie Horsfield
Reino Unido, 1949
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Formado en el departamento de pintura de la St. Martin’s School de Londres, Craigie Horsfield fue uno de los primeros artistas que a principios de los años setenta (a pesar de que no comenzaría a mostrar sus obras hasta finales de los ochenta) se pasaron al campo de la fotografía, ya que la consideraban una forma específica de relacionarse con el mundo y con ella podían realizarse unas intervenciones y unos análisis igualmente específicos; y, sobre todo, porque la entendían como un poderoso sistema de representación de la compleja fenomenología de la contemporaneidad social, cuyas crecientes posibilidades, además, apenas estaban comenzando a esbozarse, y que se mostraría en toda su amplitud a lo largo de la década siguiente. La fotografía entendida como medio hace que las obras de Horsfield necesiten ser tratadas en términos de imagen y desde ópticas de visualidad, y no como un simple registro o testimonio de fragmentos de una realidad concreta, término este, por otro lado, intensamente cuestionado a lo largo de los últimos años.
En 1972 se trasladó a Polonia para conocer en directo la experiencia vital en un país de órbita socialista, y regresó a Londres al final de la década. Participó en exposiciones fundamentales en lo que se refiere a la creciente reconsideración de las obras fotográficas en términos de tableaux, de objetividad y de site-specific, como «Une autre objectivité» (1988), y en diversas muestras en Londres (Institute of Contemporary Art), Nueva York, Minneapolis (Walker Art Center), Colonia, Pittsburgh (Carnegie International) y Cassel (Documenta X). Pero fue el proyecto «La ciutat de la gent», desarrollado y presentado en Barcelona (Fundació Antoni Tàpies, 1996), el que puso en marcha para Horsfield el trabajo articulado en torno a proyectos de colaboración social: la inmersión directa del discurso artístico en un tejido de relaciones, en flujo continuo, que determinan y reconfiguran la idea de comunidad y de experiencia colectiva, junto con la redefinición de la propia individualidad desde los ámbitos cambiantes y la convivencia, hacen de su obra un dispositivo esencialmente racional, por encima de los tradicionales mecanismos de la experiencia estética o de la subjetividad creadora.
Manuel Clot