Dominique González-Foerster
Francia, 1965
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Dominique Gonzalez-Foerster (Estrasburgo, 1965) forma parte del grupo de artistas contemporáneos de mayor proyección internacional. A lo largo de su trayectoria ha presentado exposiciones individuales en algunos de los centros más prestigiosos de todo el mundo y ha merecido diversos y prestigiosos premios. En una primera época, desde finales de los años ochenta, su trabajo se concentra en la creación Chambres, unos espacios ambientales que exploran el concepto de interior. A partir de la reconstrucción de estos espacios, propone una exploración crítica de las convenciones que rigen nuestra relación con los entornos construidos. La intención es cuestionar las promesas utópicas, el sustrato ideológico e, incluso, el mal funcionamiento de la arquitectura y el urbanismo desde el modernismo y hasta algunas de las propuestas más recientes. Desde mediados de los años noventa, su trabajo gravita sobre diversos temas, pero se focaliza con especial atención sobre los modos de vida vinculados a la realidad de las ciudades contemporáneas. A través de trabajos cinematográficos y de elaboradas instalaciones, Gonzalez-Foerster construye entornos narrativos y espaciales que modifican por completo los parámetros tradiciones de la percepción, y obliga al espectador a superar su extrañeza inicial y tomar posición. En la articulación de estos ambientes, la artista utiliza muy a menudo un ingente universo de citas culturales que, de algún modo, convierten su trabajo en un punto de encuentro de diferentes disciplinas como la literatura, la arquitectura, el cine o la música. En ese sentido, cabe incluso recordar que en diversas ocasiones ha realizado proyectos en estrecha colaboración con otros artistas de su misma generación (Pierre Huygue, Liam Gillick, Rirkrit Tiravanija...). En muchas ocasiones utiliza el propio mundo del arte contemporáneo como material para ser manipulado y recontextualizado, como sucede con Roman de Münster (2007) o en su proyecto para la Turbine Hall o sala de las Turbinas en la Tate Modern, TH.2058 (2009). Dominique Gonzalez-Foerster siempre ha esquivado la posibilidad de definir un estilo para su trabajo, sugiriendo que lo más importante consiste solo en integrar todos aquellos elementos que constituyen su experiencia (lecturas, películas, personas, lugares) en la creación de una trama, a la que el espectador está invitado a incorporase y participar. En ese sentido puede afirmarse que un componente de su trabajo es la inspiración en la estrategia de la dérive (deriva), un recorrido no planeado por entre la riqueza de estímulos que proporciona un entorno determinado, cargado de accidentes y detalles, que conduce a los paseantes de forma imprevisible con la finalidad de que encuentren una experiencia nueva y auténtica. En efecto, más allá de hallar una metodología para una estricta exploración urbana, lo que propone Gonzalez-Foerster es una estrategia para garantizar una abierta percepción de los lugares, un constante ejercicio de movilidad que permita una interpretación compleja, atenta a los detalles de apariencia ínfima, de los contextos en los que ha sumergido al espectador. Petite (2001) es una videoinstalación en la que se conjugan en perfecto equilibrio las imágenes y el contenedor arquitectónico. Un espacio simple y aséptico, cerrado mediante dos paredes de vidrio transparente, acoge una secuencia de imágenes que evocan la ansiedad y la confusión que se apodera de la imaginación infantil. Como ocurre en la mayoría de sus instalaciones, la atmósfera que resulta de esta combinación de elementos adquiere un carácter cercano a lo teatral, pero no al modo de simple escenario para ser contemplado, sino como ambiente en el interior del cual se ha emplazado al espectador para que active una experiencia.
Andrea Aguado Alemany