Pep Durán
España, 1955
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Este escultor y escenógrafo teatral se dio a conocer con su exposición «Sabates» en el Espai 10 de la Fundació Joan Miró de Barcelona en 1979 y pronto se situó como uno de los artistas más singulares del panorama de la escultura contemporánea en nuestro país. Conjugando su interés por el objeto cotidiano y su trayectoria teatral ya iniciada a finales de la década de los setenta en el campo de la escenografía y el vestuario, y coincidiendo en cuanto a planteamientos con muchas de las aportaciones propiciadas por la nueva escultura inglesa en esos mismos años, el artista definió un vocabulario escultórico «en torno a la memoria, el recuerdo, el archivo, la idea de mundo, la construcción de las imágenes, el espíritu de representación, el lugar de las ideas, el espacio de la confusión material y los dispositivos fundamentales de la escultura construida a partir del principio del collage», como escribió el crítico Manel Clot. A finales de la década de los ochenta, Duran realizó una serie de esculturas de pared que, a modo de grandes collages, revelaban su interés por materiales como las maderas viejas, que dejaban entrever su pertenencia a una utilidad ya obsoleta, o bien por objetos con cierto aire de nostalgia como los moldes para realizar sombreros, o por una zapatilla de boxeador, insinuándonos su admiración por Arthur Cravan. Y junto a todos ellos una referencia a la naturaleza, a través de su representación, con la utilización de mantas de lana decoradas con motivos florales. Asimismo, en muchas de las piezas de esta serie Duran utiliza un objeto de vestuario como el cinturón, para unir distintos materiales e introducir un elemento de tensión, que remite a un uso industrial y mecánico y que sin duda alguna acaba siendo un guiño a las construcciones de los dadaístas y, en especial, a las propuestas de Kurt Schwitters. En el catálogo que recoge esta serie, el escritor Vicente Molina Foix habla de la impronta escenográfica que el artista otorga a sus piezas escultóricas, y destaca que su repertorio de objetos y materiales en ningún momento es una «glosa sentimental de mundos abolidos, sino una reconstrucción crítica y un punto sarcástica, con una acentuación en el carácter superfluo, endiabladamente juguetón, del pequeño mundo de la producción artística sobre el que la propia vanguardia histórica se ha fundado». Finalmente, algunas de las esculturas de esta serie, como otras muchas, acabaron reutilizadas en una nueva instalación, Construir els dies (L’objecte), presentada por primera vez en 1995 y para la que el artista utilizó una selección de ochenta piezas, que troceó y reordenó de nuevo en el suelo, a manera de balance de su trabajo como escultor, para inventar «una historia sobre cómo hacer un corpus nuevo con restos y fragmentos de otros», aunando así experiencia vital y experiencia artística.
Glòria Picazo