José Pedro Croft
Portugal, 1957
Volver
José Pedro Croft se educó en Lisboa, donde inició su actividad artística, tras haber trabajado en Lagos orientado por João Coutileiro entre 1975 y 1980. Sus inicios escultóricos estuvieron marcados por el uso de la piedra, material que el artista trabajaba al estilo de monumentos funerarios megalíticos, recuperando sus esquirlas y desechos para realizar piezas de acumulación. Como una intervención en el paisaje queda en el entorno mágico del Cabo Espichel, al sur de Lisboa, un conjunto escultórico de diversas piezas que configuran un enigmático santuario de piedras sobre el horizonte marino, y sugieren extrañas fusiones entre el menhir celta y el padrão de los primeros descubrimientos portugueses del siglo XV. Posteriormente, y coincidiendo con su proyección internacional, las obras se encaminaron hacia una visión intimista del equilibrio inestable, situada entre lo lleno y lo vacío, entre la presencia y la ausencia, con obras -preferentemente en formatos reducidos- realizadas en fundición de hierro y de bronce, pintadas y recubiertas de pintura al óleo blanca. En la década de los noventa, en el trabajo de Croft han permanecido las texturas de color blanco en formas que se han ido haciendo cada vez más perfectamente geométricas, realizadas en escayola. Estas obras integran objetos de mobiliario cotidiano como mesas, sillas e incluso espejos que introducen problemáticas propiamente conceptuales en un debate sobre la escultura posminimalista, que tiende a rebasar lo propiamente teórico a través de una dimensión perceptiva global del espacio. Ello aproxima la obra de este artista a la instalación, manteniéndole, sin embargo, dentro de un marco sensible y conceptual radicalmente escultórico.
Santiago B. Olmo