Matt Mullican
USA, 1951
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Matt Mullican forma parte de una generación de artistas estadounidenses conocida como la Pictures Generation (generación de las imágenes), junto a David Salle, Sherrie Levine, Cindy Sherman, Louise Lawler, Richard Prince o Robert Longo, entre otros artistas cuyas obras parten de una deconstrucción y relectura de la imagen de los media como aproximación crítica a la realidad.
Para intentar entender la representación del mundo, Mullican utiliza una gran diversidad de formatos: performances, dibujos, pinturas, banderolas, tapices, paneles de cristales de colores, murales, relieves, cajas de luz, carteles, películas generadas por ordenador, mapas, diagramas, maquetas de arquitectura, colecciones de objetos, tablones de anuncios con fotografías y noticias, textos y poesía, etc. Para Matt Mullican el mundo es una construcción, un sistema de signos que son siempre producto de un proceso social.
El artista plantea sistemas de interpretación del mundo, modelos de comprensión, interfaces posibles que nos aproximen a un mejor y más completo conocimiento de la realidad que nos rodea. La imagen existe a través de sus representaciones, de sus proyecciones imaginarias, por lo que desaparece la diferencia entre objetos e ideas, que pertenecen al mismo contexto. Lo ficticio, el arte, la fantasía e incluso las emociones tampoco pueden separarse de lo real pues forman parte del mismo universo simbólico. El mundo de Mullican está constituido de relaciones, y las palabras, las cosas, los objetos y las ideas son superficies para la inscripción temporal de unos significados susceptibles de ser traducidos y transformados. Los signos y los símbolos creados por el artista constituyen un dispositivo particular, un alfabeto pictográfico que transporta una información encriptada pero que entendemos como parte de un continuum cultural.
Una de las formas de organización más utilizadas por el artista la constituyen las cosmologías, una presencia constante desde sus inicios que conforma la escritura visual que le caracteriza, basada en estructuras geométricas simples a partir de figuras básicas como el triángulo, el círculo o el cuadrado. Inspiradas en planos de ciudades modernas y urbanismos de racionalidad utópica o en diseños industriales, que basan su eficacia técnica en la regularidad, permiten a Mullican crear un «sistema», un método posible para entender y tomar una posición en su mundo.
La estructura de sus cosmologías es siempre la misma: se componen de cinco «estancias». En la parte superior, en color rojo, se encuentra lo subjetivo, el significado puro, los aspectos inconscientes y espirituales de la existencia. En la inferior, en verde, los elementos, la materia pura, los restos inertes. En el centro de la estructura aparecen el hombre y sus contextos: las artes, la historia, la ciencia o la religión, representadas en color amarillo, que son el puente entre el sujeto y el objeto. El mundo, en azul, es la experiencia cotidiana formada por la ciudad, los edificios y la gente. Por último, el lenguaje en negro surge como realidad intensificada que se separa y se vuelve abstracta, autosuficiente.
El mundo como experiencia, la información como transferencia y la arquitectura como interfaz resumen la tríada en la que se desarrolla su trabajo. Las cosmologías de Mullican, como los sistemas metafísicos trascendentes en que suelen basarse las teologías y las religiones, buscan confrontar un orden posible del pensamiento con la contingencia y la emoción de la vida cotidiana, entendiendo que en esa lucha es donde se desarrolla la experiencia; sus modelizaciones tecnológicas, basadas en la racionalidad y el orden geométrico, proponen también un refugio, un modo de sucumbir al terror ante el colapso de la realidad.
Núria Enguita