Eduardo Arroyo
España, 1937
2018
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Los orígenes del hoy pintor, escultor, ilustrador, grabador, escenógrafo, narrador y ensayista –y quizás aun más dominios– Eduardo Arroyo estuvieron en la escritura y la caricatura relacionados con el periodismo, carrera que estudió y cuyo bagaje le llevó a emigrar a París en 1957, huyendo, como todos los que podían, de la sangrienta y opresiva dictadura franquista. Desde principios de los años sesenta inició su carrera como pintor, optando por la figuración en un momento en que la abstracción y el expresionismo eran las tendencias dominantes en el mercado y la escena artística internacional. Los motivos de sus cuadros, que proseguirían más o menos incólumes en los años siguientes, fueron, fundamentalmente: las figuras de los dictadores, entonces extendidas en Europa del Sur, el continente sur y centroamericano, África y todo el bloque comunista, aunque Arroyo prestó atención casi exclusiva a los primeros; la descreencia o desmitificación de las grandes figuras de la historia moderna del arte, especialmente Joan Miró, al que quizás reprochara su residencia en España, y más tarde Marcel Duchamp, al que, junto a sus compañeros del nouveau réalisme enterró en una ceremonia pública, lo que le dio efímera fama; por último, el retrato o la epifanía de algunos personajes del cante, el boxeo o la farándula. En 1963, su exposición en la galería Biosca le obligó a huir de la policía del régimen. En 1974 fue expulsado de España por razones políticas. No regresó hasta 1976, tras la muerte de Franco, y su obra alcanzó notoriedad pública y fundamentalmente mediática a partir de los primeros años ochenta. La nutrida representación del artista en la colección, cuatro piezas de distintas etapas, da muestra de los motivos antes citados. La más antigua, Muerte del poeta Miguel Hernández, de 1966, instrumentaliza las figuras mironianas; La forza del destino: Kid Chocolate, de 1972, retrata al más famoso de los boxeadores cubanos en el ámbito internacional (Arroyo también ha realizado homenajes a Arthur Cravan, ha escrito un libro sobre Panamá Al Brown y dedicado una obra de teatro al boxeo, Bantam); el collage de 1975 Retrato-Peintre representa a un pintor-policía secreto con pedazos de lija pegados en el rostro; por último, Carmen Amaya frit des sardines au Waldorf Astoria, de 1985, es una referencia directa al abracadabrante hecho real protagonizado por la bailaora española durante su estancia en Nueva York para participar en el programa The Ed Sullivan Show en los años cuarenta. Como escenógrafo, sus mayores éxitos han sido La vida es sueño de Calderón de la Barca, en 1982, y Tristán e Isolda, en el Festival de Salzburgo de 1999.
Mariano Navarro