Janine Antoni
USA, 1964
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Janine Antoni utiliza su propio cuerpo como sujeto y objeto de sus obras. Roer, escupir, lamer, limpiar, parpadear, soñar son algunas de las acciones corporales que la artista convierte en procesos escultóricos para crear su obra. Su interés se centra en los rituales cotidianos del cuerpo; como ella misma explica, utilizando su propio cuerpo «imito los rituales básicos de las bellas artes, como cincelar (con los dientes), pintar (con el pelo y las pestañas), modelar y moldear (con mi propio cuerpo). Utilizo materiales adecuados para la actividad. Estos materiales -jabón, manteca y tinte para el pelo- son, todos ellos, materiales que entran en contacto íntimo con el cuerpo y que lo redefinen o lo sitúan en el contexto de nuestra cultura. En nuestra sociedad, estos materiales tienen también una relación específica con las mujeres.» Influida por el arte feminista de los años setenta, Antoni explora la feminidad desde una posición visceral: actuando con su propio cuerpo de forma obsesiva, sitúa su experiencia como mujer condicionada por los estereotipos sociales y culturales femeninos. Su obra muestra las complejidades del erotismo femenino, los deseos y los sueños de las mujeres. En la performance LovingCare (1993-1995), la artista friega el suelo con el pelo después de haberse aplicado tinte de color negro, de la marca LovingCare; de esta forma convierte una tarea doméstica convencionalmente femenina, como es fregar el suelo, en un excéntrico comentario sobre la posición de las mujeres en la pintura abstracta. En Gnaw (Roedura), una instalación escultórica creada en 1992 para la bienal del WhitneyMuseum de Nueva York, construye dos cubos -uno de chocolate y otro de manteca de cerdo- que coloca en un pedestal de mármol. Mediante las acciones de roer, escupir y comer, erosiona los ángulos superiores de los dos cubos. Con esta práctica, Antoni plantea una crítica de la sociedad actual, definida por ella misma como bulímica, que de modo compulsivo desea, consume y arroja a la basura sus productos. En Eureka (1993) se sumerge en una bañera llena de manteca, y deja la huella de su cuerpo en este material; una simple actividad cotidiana con la que la artista alude a la problemática del emplazamiento del cuerpo en nuestro contexto cultural.
Silvia Sauquet