Moisès Villèlia
España, 1928
España, 1994
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Este escultor catalán inició su formación junto a su padre, un ebanista de gran prestigio instalado en Mataró. Por esta razón, sus primeras incursiones en el ámbito de la escultura a principios de la década de los cincuenta consistieron en tallar piezas de nogal y pino para conseguir formas abstractas con claras reminiscencias orgánicas. En 1953 decidió dedicarse plenamente a la escultura, y al año siguiente realizó su primera exposición individual en el Museu de Mataró. En 1957 presentó su primera pieza escultórica realizada en bambú, material que marcaría totalmente su trayectoria artística y que se convertiría en su leitmotiv para representar la fragilidad y el binomio lleno-vacío que siempre caracterizó su escultura.
Entre 1970 y 1972 se instaló en Ecuador, lo que le permitió experimentar con la guadua, una especie de bambú gigante originario de la zona de la América ecuatoriana. Con dicho material pudo conseguir esculturas de mayor volumen y dimensión. Esta experiencia le proporcionó asimismo un gran conocimiento de la escultura precolombina, que junto a su interés por el arte africano, contribuyó sin duda alguna a definir con el tiempo su propio lenguaje escultórico. En 1983 tuvo lugar una importante exposición retrospectiva de todo su trabajo en la Fundació Joan Miró de Barcelona.
A pesar de haber utilizado en determinados momentos otros materiales, como por ejemplo el alambre o el hilo, el bambú, en ocasiones combinado con otros elementos como las piedras, fue siempre su material de referencia para construir tanto móviles para ser suspendidos del techo como stabiles, como por aquellos mismos años hacía un escultor de referencia para él, Alexander Calder. Manteniendo un absoluto respeto por la naturaleza del bambú, sus cañas perforadas dejan entrever aquellas particularidades que les son propias, como los nudos y las texturas, para establecer singulares juegos espaciales en los que los vacíos están cargados de gran significación.
En 1958 participó en las actividades del Club 49 de Barcelona y de ahí que entrara en contacto con Joan Brossa, quien describió en estos términos poéticos su escultura: «Coges el hilo y lo llevas hasta la estrella, lo pasas por dentro del lazo, después pasas la estrella y el hilo se libera. Como crecen en lugares húmedos y cercanos a los ríos, cuando el sol desaparece en el agua se convierte en caña».
Glòria Picazo