José María Sicilia
España, 1954
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Desde 1975 hasta 1979, José María Sicilia estudió en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Complutense, y en 1980 abandonó España y se instaló en París. Junto con Miquel Barceló y Miguel Ángel Campano, que también vivían en la capital francesa, Sicilia se perfiló como uno de los representantes más significativos de la pintura española de los años ochenta, y se identificó con la joven generación de artistas que, a principios de aquella década, retomaba la práctica de la pintura desde una clara sensibilidad «matérica». Su obra comienza a organizarse en series pictóricas en las que confluyen herramientas de taller y diferentes electrodomésticos (tablas de plancha, máquinas de coser, aspiradoras, antenas de televisión, etc.), que pinta de una manera muy sintética, evitando cualquier tipo de connotación descriptiva, pero con un gran rigor formalista y unos trazos vigorosos sobre fondos de densas capas de materia y saturación cromática. Sicilia trabaja con los elementos de la realidad más inmediata a fin de explicar sus características y el espacio que los rodea y los define, o bien el sentimiento que le producen, intentando definir el territorio entre lo que es perceptible y lo que es invisible. Siguiendo con las mismas soluciones formales y compositivas de estas series, pero buscando una mayor sensación de profundidad, se interesa por el paisaje y pinta vistas de París y Madrid con una marcada libertad del gesto, una utilización violenta del color y un gran dinamismo en el trazo. A partir de 1985, Sicilia abandona los motivos representados durante años anteriores y pasa a trabajar en una serie sobre el tema de las flores por la cual es especialmente conocido en España. Se trata de un nuevo desarrollo temático que es el resultado de una investigación pictórica centrada, esencialmente, en el análisis de la forma, la construcción del espacio y la estructura de la luz. Desde esa época su difusión y trayectoria internacional fueron en imparable crescendo. La exposición de sus «flores» en el Palacio de Velázquez, en 1988, lo convirtió en figura imprescindible de los nuevos rumbos de la pintura. En 1989 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas. Desde poco antes de la mitad de la década de los noventa, se inició en la técnica que iba a dominar su producción hasta bien entrado el siglo XXI: las ceras y su proceso de consolidación cromática espontánea y sin intervención directa del artista. En el siglo xxi, su producción se ha inclinado cada vez más por el dibujo y los materiales aparentemente más simples y directos, y, en contraposición, por la realización de instalaciones simbólicas y de esculturas de difícil y delicado simbolismo. Las obras de la Colección ”la Caixa” de Arte Contemporáneo recorren casi veinte años de los treinta de su trayectoria pública, los que van desde las primeras flores de mediados de la década de los ochenta, como la rotunda Flor 9 y Tulipa 00, hasta la sofisticada Black Flower VII, de 1986. Sin título (1988), Sin título VI (1990) y los ejemplares de la «Serie Vétheuil» (1994-1995), de reminiscencias monetianas, pertenecen a un período intermedio, de fuertes connotaciones biográficas y formalistas. Las cuatro obras restantes, realizadas entre 1997, fecha de las dos primeras obras de «L’horabaixa - la llum que s’apaga», y el 2004, fecha de La luz que se apaga, son producto de sus experimentaciones con la cera y los pigmentos.
Mariano Navarro