Richard Serra
USA, 1939
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Hijo de un mallorquín emigrado a Estados Unidos, Serra inició simultáneamente sus estudios de Literatura Inglesa en la Universidad de Berkeley y su trabajo en una fundición, en 1957. Poco menos de una década después, en 1966, expuso por primera vez en una pequeña galería de Roma sus primeras esculturas.
Vinculado a los orígenes del minimalismo, muy pronto su obra se «abrió» a una concepción más amplia que la de «objeto» para internarse en la producción de obras específicas para lugares específicos, ya fueran éstos urbanos, naturales o incluso interiores. Eran piezas que precisaban de la locomoción y sensualidad física del espectador, a la vez que conectaban con el discurso entre arquitectura y escultura, y lo criticaban. «De este modo -escribe el historiador Hal Foster- nació una nueva formulación de la escultura como un enlace entre ubicación y sujeto que (re)define la topología de un lugar a través de la motivación de un espectador».
En el transcurso de los treinta años siguientes -recordemos que una de sus primeras obras fue una lista de verbos transitivos sobre lo que se podía «hacer» en escultura: «enrollar/doblar/plegar/acumular…»-, su actitud ha conciliado un mínimo metafórico o alegórico con un máximo de compromiso público de la escultura, desprendido de la potencia, la intensidad y la grandeza de sus piezas, que ha renovado el lenguaje de la disciplina a la vez que, en no pocas ocasiones, ha puesto en evidencia la doble realidad y la censura inherentes a los discursos políticos y a las fuerzas económicas de las que depende la producción artística.
En 1989, la destrucción de su escultura Tilted Arc, de 1987, supuso uno de los más flagrantes ataques sufridos por una obra de arte desde las instancias oficiales. La administración de Servicios Generales, entidad propietaria de la gigantesca escultura que redefinía el espacio de la Plaza Federal y acentuaba el carácter accesorio de los funcionarios que trabajaban en el edificio adjunto, ejerció su derecho de posesión y, con el beneplácito de los jueces, con absoluto desprecio a los derechos intelectuales del artista, procedió a desmantelarla y cortarla en pedazos.
La exposición, en 1999, en la sala Pez del Museo Guggenheim Bilbao, de las ocho gigantescas esculturas de la serie «Torqued Ellipses» realizadas hasta la fecha, ratificaba el lugar excepcional que su autor, Richard Serra, ocupa en la escultura contemporánea.
Mariano Navarro