Miquel Mont
España, 1963
Volver
El trabajo de Miquel Mont reflexiona sobre la percepción del lugar de exposición a través de la pintura, los límites físicos del cuadro y su progresiva expansión en el espacio. Considerar su obra como pintura es recortar sus posibilidades, dado que objeto, soporte y contenido son términos omnipresentes en el trabajo del artista, que cuestiona la validez de seguir pintando en el siglo xxi. Su proceso parte de teorías que estudian la percepción de la pintura, en las que el diálogo de la misma con el entorno es de máxima importancia para la creación. Sus piezas habitan la pared, escapándose de la fórmula tradicional del cuadro. Interesado por una tercera dimensionalidad de la pintura, experimenta con la ruptura del soporte tradicional: en primer lugar fractura sus acotaciones en el desborde de la pintura, en los márgenes del bastidor, y va liberando la materia cada vez más, a través de un proceso rigurosamente intelectual que en ocasiones le ha llevado a ejercer también de comisario para desarrollar sus teorías con el trabajo de otros artistas. Esta ruptura con lo convencional aparece ya tímidamente en este políptico de 1997, con cuatro pinturas monocromas a base de múltiples capas. El cuadro se convierte en una composición deconstruida en cuatro unidades autónomas pero que se necesitan para formar un todo, dialogando entre sí. Junto con el espacio, el color es de gran importancia en la obra del artista, ya que articula el sentido total de la pieza, nunca de forma decorativa. Con el tiempo, Mont ha expandido su trabajo, primero a modo de wall painting y después hasta la tercera dimensión, desligándolo de la pared para ocupar el espacio de manera escultórica, y con la madera y el metacrilato como soportes que complementan la importancia del color en las piezas. Miquel Mont vive y trabaja en París desde 1989.
Virginia Torrente